La instalación pictórica invita al visitante a convivir con la pintura, alterando el estado de la acción en función de su determinación, del tiempo y de su tránsito en el espacio, ya sea observándola, pisándola, deteriorándola o, simplemente, dejando sus propias huellas.

El proyecto se centra en una transcripción gráfica y personal sobre el propio entorno del IVAM, utilizando como referencia una recopilación de dibujos y vestigios plásticos reflejados, en el suelo del jardín trasero del propio centro. Una continua mirada al suelo recupera gestos perdidos que hablan del uso de la ciudad como soporte plástico y de su diversa capacidad de habitabilidad.