Una universidad del pueblo y para el pueblo

La Universitat Popular de Gandia cumple 40 años centro municipal de formación no reglada. Por sus cursos y talleres han pasado más de 40.000 personas que además de aprender han creado lazos afectivos 

Inauguración de las instalaciones en la plaza Loreto, en el año 1997, con la alcaldesa Pepa Frau.

Inauguración de las instalaciones en la plaza Loreto, en el año 1997, con la alcaldesa Pepa Frau. / Ximo Ferri

Josep Camacho

Un viaje de Pepa Frau a Laval (Francia) en 1978 sirvió para que esta conociera su centenaria universidad popular. En 1983, siendo concejala de Cultura con el socialista Salvador Moragues como alcalde, decidió trasladar esa fórmula de formación no reglada a Gandia, un proyecto que encargó al pintor Toni Durà. Y así nació la Universitat Popular de Gandia (UPG), que empezó sus cursos en mayo de 1984 con 380 alumnos. 

Era la época en la que todo estaba por hacer. La UPG fue durante unos años el principal motor cultural de la ciudad, hasta que más tarde se fueron abriendo organismos como la Casa de la Cultura, el Teatre Serrano, el CEIC Alfons el Vell, la UPV y la UV, o se fue ensanchando el tejido asociativo. 

Era la segunda experiencia de universidad popular en la C. Valenciana después de la de Elx. Desde entonces se han programado más de mil de cursos y talleres por los que han pasado más de 40.000 personas. 

Un acto de fin de curso en la terraza de la antigua sede del paseo de les Germanies. Se ve a Vicent Borja, J.J. Coll, Isabel Moratal y Toni Durà.

Un acto de fin de curso en la terraza de la antigua sede del paseo de les Germanies. Se ve a Vicent Borja, J.J. Coll, Isabel Moratal y Toni Durà. / Ximo Ferri

En cuanto a las sedes, empezó en el paseo de les Germanies, 55, donde hoy hay un supermercado Mercadona, y en 1997 se trasladó al edificio de la plaza Loreto. Sus directores han sido Toni Durà, Josep Miquel Moya, Charo Nicolau, Eudald González, Lluís Romero y desde hace un año y medio Carolina Fuster. En 1999 se instauró un sistema de sorteo para aquellas materias donde la demanda superaba la oferta. Los cursos más solicitados siempre han sido el de dibujo y pintura, y el de fotografía. Actualmente cada cuatrimestre se ofertan un millar de plazas. 

En 1997 la UPG se trasladó al edificio de la plaza Loreto, antigua sede de los Bomberos.

En 1997 la UPG se trasladó al edificio de la plaza Loreto, antigua sede de los Bomberos. / Levante-EMV

Respecto de los monitores, en la actualidad son 27. Son una pieza clave porque motivan a los alumnos. La gestión desde el año 2000 es a través de una cooperativa, que ha ido cambiando de nombre. El 55% del alumnado tiene entre 35 y 65 años. Son personas que disfrutan de una estabilidad laboral y familiar que les permite tener disponer de tiempo libre. Muchos, por tanto, son mayores, personas que se acaban de jubilar y llaman a la puerta de la UPG para preguntar qué hacer. 

Cola para inscribirse a uno de los cursos en 1988, en la época de las solicitudes en papel.

Cola para inscribirse a uno de los cursos en 1988, en la época de las solicitudes en papel. / Ximo Ferri

Pero últimamente la UPG también está volviendo a captar mucho público joven, como lo tenía en sus inicios, con la programación de cursos como el de caligrafía japonesa, inteligencia artificial o las excursiones a la naturaleza. 

Estas últimas siempre han sido otro de los rasgos identitarios de la UPG, tanto al medio natural como para conocer el patrimonio artístico o cultural. En la memoria quedan las clases magistrales del etnobotánico Joan Pellicer, al que después tomaron el relevo otros guías como Joan Negre, Xavi Ródenas o Estela Pellicer. 

La UPG sigue fiel a su filosofía de una «universidad» del pueblo hecha para el pueblo. La independencia ideológica que garantiza la libertad de enseñanza es uno de los pilares de sus estatutos. De hecho, ha pervivido con Gobiernos locales de distintos colores. Y los alumnos también proponen ideas para la programación. Además, los cursos se imparten en varios centros sociales, de hecho en 1988 ya empezaron a organizarse en el Grau y en Beniopa. 

El profesor de Informática Fernando Rubio con un Spectrum.

El profesor de Informática Fernando Rubio con un Spectrum. / Levante-EMV

De la UPG han surgido agrupaciones que luego han funcionado de forma autónoma. El caso más paradigmático es la Colla de Dolçainers i Tabaleters de la Safor-UPG, surgida tras los cursos de «dolçaina» que empezó Frederic Santamaría, pioneros en la enseñanza de este instrumento en la Comunitat Valenciana.

Santamaría recuerda que en octubre de 1987 había apuntadas al curso de «dolçaina» siete personas. En la última edición, en 2009, se llegó al centenar de alumnos, muchos de ellos jóvenes con curiosidad por aprender a tocar el instrumento que habían introducido en sus canciones grupos en auge como Obrint Pas o La Gossa Sorda. Además, la UPG colaboró en los inicios de la Escola Oficial d’Idiomes, el CEAM o del Teatre del Raval. 

Pero, ante todo, el gran servicio público que presta la UPG es el de fomentar las relaciones sociales, combatir la soledad no deseada, y en definitiva crear lazos afectivos. Mucha gente que no sabía qué hacer con su vida encontró en la UPG un gran aliciente. 

Para celebrar los 40 años la UPG sacó los talleres a la calle, en la plaza Loreto, entre los días 22 y 27 de abril. Además, cabe recordar que en mayo de 2023 se publicó el libro 40 anys fent cultura, a cargo de Adriana Serlik, que también fue monitora del taller de creación literaria y promotora de la asociación Amics de la UPG.  

De «escoleta» del Raval a segunda sede de la UPG

La UPG sopla las velas de su tarta de cumpleaños con una buena noticia, y es que la ampliación de sus instalaciones pronto será una realidad. Aunque muchos cursos se imparten en centros sociales con el propósito de descentralizar y que lleguen a todos los barrios, todos los años se quedan en lista de espera entre 200 y 300 personas y la sede de la plaza Loreto se había quedado pequeña. 

Concejales y directores de la UPG el pasado 23 de abril en la plaza Loreto.

Concejales y directores de la UPG el pasado 23 de abril en la plaza Loreto. / Natxo Francés

El Gobierno local destinará como segunda sede el inmueble de la «escoleta» del Raval, ubicada en el número 24 de la calle Rafelcofer. El ayuntamiento ya ha decidido cerrar esta guardería cuando acabe este curso, al igual que la del Grau, debido a la falta de demanda.

Pero antes es necesario realizar algunas obras, como por ejemplo adaptar los baños para los adultos, o tirar un tabique para transformar cuatro aulas en dos, y hacerlas más espaciosas. El pleno del 25 de abril aprobó una partida de 75.000 euros, dentro del paquete de inversiones productivas del remanente de 2023. 

La idea es que allí se impartan cursos que tienen mucha demanda, como dibujo y pintura, corte y confección o cerámica, y recuperar el curso de cocina. Permitirá ampliar plazas y que los alumnos aprendan más allá de un cuatrimestre, aunque también se establecerá un límite de renovaciones. En el mismo edificio también se ubicará el Aula de Absentismo, con un despacho para el psicólogo y los escolares usuarios de este servicio. 

DOCUMENTAL 30 AÑOS DE LA UPG: