Pocos saben mejor que Chiva lo que cuesta sacudirse una dominación. Buscó siempre amparo real, y por eso apoyó a los Austrias en la Guerra de Secesión, pero los Medinacelli (cuyo palacio es hoy un colegio) fueron los detentadores del último señorío. Hubo movimiento obrero, pero todo acabó en el naufragio de la guerra civil. Isabelina contra los carlistas.

Como sus fiestas del toro ensogado, por la Virgen de Agosto, son célebres, se le ha buscado un simbolismo quizás apócrifo acerca del deseo del municipio de dominar y conducir a la nobleza (cuyo símbolo, dicen, es el toro), pero no estoy yo muy seguro de esas equivalencias. Estuve una vez, antes de que apareciera el toro, en la fiesta, justo el día en que la gente se arroja cubos de agua y cosas así, y me invitaron a uno de esos esmorzarets valencianos que valen por las tres comidas del día. El torico, tiene museo.

Es una villa muy bonita, con casas burguesas, casi palacetes, la cara bien lavada, que señorea un territorio amplio y ascendente, pues va de los llanos de Aldaia y Quart a las alturas serranas, que sobrepasan los mil metros. Una posición clave, cerca de Valencia y a caballo entre dos mundos. Chiva tiene hotel y buenos sitios donde comer, y como en otros pueblos, aún se palpa la ola de prosperidad del XVIII que, como un benéfico tsunami, atravesó el siglo (o parte) y cuyos efectos están a la vista: de esa época son la iglesia de San Juan Bautista y el santuario de la Virgen del Castillo.

En cualquier caso, acabó por tener suerte, pues hoy vive en sus urbanizaciones casi tanta gente como en el casco urbano, y son personas de un nivel social a menudo por encima de la media, y eso anima los movimientos comerciales y le permite tener los centro públicos, como su biblioteca (que es más cosas), muy bien mantenidos y unos innegables aires de capital comarcal en la plaza de la Constitución, que lo tiene casi todo: mercado municipal, la fuente modernista de los veintiún caños (todos callados ahora), un precioso estanque, un par de terrazas en una de las cuales me sentaré a comer: no hace frío y el sol derrama su bien a espuertas.

Incluso cuando se vaciaba el secano y Chiva sufrió este repliegue, se recuperó rápidamente en los sesenta. Luego, el tocho le iría quitando el terreno a las parras hasta hacerlas desaparecer de muchas partes.

Del castillo de los Medinacelli queda poco, pero sus sillares fueron el útero que alumbró la imagen de la Virgen, la aparecida, no se sabe si para animar la fe, consolar a los afligidos o renovar los títulos señoriales. Su barranco, con puentes, le da el encanto de los vertebrados. Ese barranco llega hasta la albufera y sirve de raya divisoria entre Massanassa y Catarroja. Tiene orquesta sinfónica y orquesta de pulso y púa. Y cine (echan Marte).