La pandemia ha puesto al descubierto la situación y las contradicciones de la cultura valenciana. Paradójicamente, la cultura ha sido un elemento activo durante el confinamiento. La lectura, el audiovisual, la música, el teatro… se han convertido en las «muletas» para soportar este contexto. Hay que destacar la generosidad de los sectores culturales, tanto públicos como privados, ofreciendo, a través de las redes, obras culturales mayoritariamente de forma gratuita. Sin embargo, hay que recordar que el trabajo cultural, que la creación y el arte, no son gratuitos. La cultura ha sufrido gravemente el cierre de locales y la falta de espectadores. Aunque, seguramente, ha sido también la época que mayor ayuda pública ha recibido para sobrevivir a esta situación. Nunca es suficiente, pero hay que reconocer que los presupuestos públicos autonómicos (y también locales) han intentado frenar el colapso; algo que no ocurrió en la crisis económica del 2008. Según los datos de la Generalitat Valenciana, el presupuesto cultural ha aumentado progresivamente desde el 2015 al 2021 casi un 85 %. No ha habido ningún sector cultural que no haya aumentado su presupuesto público de forma significativa. Sin embargo, no solo es cuestión de dinero (imprescindible pero insuficiente).

El sector cultural valenciano vive una permanente crisis. La pandemia llueve sobre mojado, cae sobre una cultura precaria a nivel laboral, débil en estructuras, con infraestructuras públicas en todos los municipios poco rentabilizadas, con falta de cohesión en el sector (la crisis de la pandemia ha venido a reforzar los lazos de conexión entre las diversas asociaciones), con la necesidad de crear nuevo público, y con la exigencia de la calidad en las obras artísticas (imprescindible para que la cultura sea algo más que divertimento). No podemos negar la gran oferta que existe en edición de libros, artes escénicas, exposiciones …

Socialización y profesionalidad

Sin embargo, no todo consiste en cantidad sino en calidad, lo que obliga a distinguir dos facetas: la cultura como socialización y como profesión.

La ‘profesionalidad’ es un valor para que las sociedades tengan un potencial crítico de pensamiento y una oferta basada en valores diferentes al propio consumo. Sé que a muchos no les gusta hablar de la profesionalización o de industria cultural, de los puestos de trabajo, o de lo que aportan al PIB, porque parece que suponga referirnos a términos económicos y que, lógicamente, la cultura abarca mucho más. Pero tengo la impresión de que la ciudadanía no somos suficientemente conscientes de las diferentes profesiones y especializaciones, es decir, del gran número de personas que trabajan detrás de una puesta en escena (editores, librerías, maquilladores, iluminadores, guionistas, diseñadores…).

Además, resulta fundamental disponer de una buena estructura cultural para modificar hábitos y comportamientos, para crear alternativas económicas y, sobre todo, para disponer de una potente oferta de calidad. Hay que modificar la percepción social de que la cultura es ornamental, superficial, un lujo innecesario, un divertimento ocasional. Disponer de una cultura de calidad significa una permanente formación como espíritus críticos. Y para ello, la política cultural debe, no solo repartir, sino también seleccionar.

Hemos de exigir cultura de calidad para que el público sea más numeroso, exigente y crítico. Eso ayudará a una ciudadanía más democrática. La cultura dispone de dos cualidades: es un elemento potentemente socializador e irradia valores éticos.

Nuevos retos: grandes plataformas y nuevas tecnologías

A la propia idiosincrasia valenciana hay que sumar que el tiempo no se detiene. Sobre la mesa aparecen nuevas amenazas u oportunidades, según se configure. Por ejemplo, la globalización y el imperio de grandes empresas como Amazon o las nuevas tecnologías. Lo digital hace tiempo que está entre nosotros, solo que ahora ha explosionado debido al confinamiento. Esto obliga a reinventarse y tampoco tiene la misma trascendencia en todos los sectores.

Las situaciones son muy diferentes en cada uno de los ámbitos culturales. No tienen los mismos problemas el sector del libro que las artes escénicas y mucho menos los festivales de música o los pequeños clubs. Otros sectores como el cómic o los videojuegos se encuentran con una realidad diferente. La recuperación de cada sector tampoco será lineal.

Pacto ciudadano por la cultura

Queda mucho por hacer pero hay una pieza clave que no hemos conseguido todavía: que la ciudadanía en su conjunto comparta y comprenda el valor de la cultura.

La Cultura y la Ciencia no son cargas para la economía sino inversiones, potentes dinamizadores sociales con un significativo ingreso económico, actividades generadoras de riqueza y creación de empleo, de cohesión social, y de fomento de unos valores éticos imprescindibles para una ciudadanía responsable.

Por ello, resulta imprescindible un cambio de paradigma social que consolide un pacto ciudadano porque la Cultura y la Ciencia se consideren como sectores de primera necesidad.