Hay que reconocerlo, la manzana asada es un plato un tanto olvidado. Hay mil opciones con fruta más sofisticadas y creativas que le ganan la partida. También, porque lo relacionamos injustamente con ingrediente de dieta terapéutica o con remedio del retortijón de estómago. Y por qué no decirlo... porque es muy asequible. Lo cierto es que la manzana asada merecería tener más aceptación. Tiene un sabor suave y sutil, admite mil combinaciones y es de fácil elaboración.

Es uno de los platos más digestivos que existen: incluso el estómago más complicado puede tolerar sin problemas una manzana al horno. Y es de los más ligeros, porque una manzana al horno incluso aderezada con miel o azúcar difícilmente sobrepasará las 120 kilocalorías. Sin olvidar que la manzana es una fuente de vitaminas, potasio, antioxidantes como la quercetina y un tipo de fibra sumamente beneficioso, la pectina. Una de las virtudes de dicha fibra es que disminuye la absorción de la glucosa y el colesterol de la dieta.

La manzana asada puede ejercer asimismo de laxante suave sin conllevar ningún problema. No es casualidad que uno de los símbolos de la dieta sana sea la manzana. Por fortuna, todavía hay opciones comestibles poco cotizadas que son una maravilla.

- Un toque para dar otro sabor a la manzana asada es rellenarla de un poco de queso fresco, mezclado con miel. Sólo hay que introducir dicha mezcla en el agujero central de la manzana una vez cocida.

- Otra idea es cortarla a rodajas una vez cocida e ir superponiendo una rodaja de manzana, una de mermelada de fresa ligera, otra de manzana..., y así progresivamente.