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El poder valenciano busca su definición

La expresión "poder valenciano" no aparece en las hemerotecas hasta la Transición. Es más que contar ministerios o altos cargos del Estado. Es influencia, agenda, ser tenidos en cuenta. Hay quienes ponen el foco en estar en Madrid y quienes ven necesario ejercer fuerza desde el territorio, pero todos están de acuerdo en algo: vascos y catalanes lo hacen mejor

La ministra de Ciencia, Diana Morant, acude al Palau de la Generalitat con Ximo Puig. F.BUSTAMANTE

Dice el historiador Vicent Baydal que la presencia de ministros valencianos destaca cuando España se encuentra en un proceso de cambio. Cita la revolución liberal del siglo XIX con Gabriel Císcar, Manuel Bertrán de Lis o Luis Mayans en departamentos como Justicia, Hacienda o Marina, y la II República con Ricardo Samper, Carlos Esplà o Luis Lucía en puestos destacados como Presidencia, Propaganda y Obras Públicas. «Cuando está asentada o estabilizada la situación, el papel de los valencianos queda minorizado», remata el cronista de la ciudad de València. Algo así pudo pensarse en mayo de 2018 cuando en la escalera de la Moncloa había hasta cuatro ministros con nacimiento según el DNI en algún punto de la Comunitat Valenciana haciéndose la fotografía como miembros del nuevo gobierno que dirigiría Pedro Sánchez.

La primera moción de censura con éxito en la historia de la democracia española se llevaba por delante a Mariano Rajoy tras un mandato de siete años y abría el periodo del todavía hoy inquilino en la Moncloa. Y aunque la situación no se podría calificar como calmada, de Màxim Huerta, Carmen Montón, José Luis Ábalos y Luis Planas solo queda el último con asiento en el Consejo de Ministros. Este es nacido en València, pero su vida política está unos cuantos kilómetros más al sur, en Andalucía, donde ha sido consejero varios años y por donde ha sido elegido diputado. ¿Se puede contabilizar? Con más relación con el territorio autonómico entró en julio de 2021 la hasta entonces alcaldesa de Gandia y actual ministra de Ciencia, Diana Morant, que maquilló la pérdida en la cuota valenciana.

La primera fotografía del Gobierno de Sánchez en 2018 tuvo a cuatro ministros nacidos en la C.Valenciana. efe

Más allá de la última reforma del Gobierno, el llamado poder valenciano está en cuestión. No tanto por si es más o menos, sino por si la forma de medirla es solo por el número de sillones. En primer lugar, Baydal recuerda que este concepto, «poder valenciano», no aparece en las hemerotecas hasta la Transición. «Cuando comienza la historia constitucional española (siglo XIX) la política se hace en clave provincial y local y cuando hay políticos valencianos que van a Madrid no piensan en clave valenciana global, piensan en clave española y si hacen una reivindicación será de carácter local», detalla el historiador, que habla de una «desvertebración muy clara del hecho valenciano». En dos siglos y medio se contabilizan entre 85 y 100 ministros con partida de nacimiento en la Comunitat Valenciana, pero la duda de si esta es la forma de medir la influencia es compartida.

«Los ministros valencianos no actúan en su condición de valencianos», desgrana Enric Bataller, quien fue diputado de Compromís dos legislaturas entre 2015 y 2019. «No se trata de nombres, sino de sintonía de proyecto y políticas», responde por su parte, Jorge Alarte, director general de la Generalitat de Relaciones con las Comunidades Autónomas y Representación Institucional. «Lo importante no es tanto el número, sino cómo influye en beneficio de los valencianos, si es apreciable», complementa la politóloga Victoria Rodríguez Blanco. «Hay otros muchos indicadores que habría que tener en cuenta más que ministerios ya que muestran la potencia y la capacidad de influencia de la Comunitat Valenciana tanto en el Gobierno central como en Madrid y en el resto de España», defiende por su parte, Manuel Broseta, presidente de la Fundación Conexus.

El presidente de la CEV y vicepresidente de la CEOE, Salvador Navarro, junto al presidente de Mercadona, Juan Roig. M.A.MONTESINOS

Esta organización privada que vincula proyectos valencianos en Madrid señala en boca de su presidente que sí, claro, «es importante tener cuantos más y mejores políticos en puestos de alto valor añadido del Estado», pero, matiza, «también es fundamental que la sociedad civil y las empresas tengan capacidad de influencia y reconocimiento». En este sentido, Broseta apunta a «poder valenciano en alza» en otros aspectos, desde la movilización de AVE (Asociación Valenciana de Empresarios) de «más de un millar de empresarios» de toda España por el corredor mediterráneo a que José Vicente Morata, presidente de Cámara Valencia, sea miembro del Comité Ejecutivo de Cámara España y que Salvador Navarro, presidente de CEV (Confederación de Empresarios de la C. Valenciana), sea también vicepresidente de la CEOE.

Navarro no es tan optimista. Cree que hasta la fecha ha faltado vertebración dentro de la propia Comunitat Valenciana como para hacerse notar en el resto del Estado (el apunte histórico que daba Baydal), que a veces se da la sensación de que Madrid «pilla muy lejos», que a los valencianos «nos falta peso allí, porque hay que estar y pisar Madrid» y que ha faltado, por lo general desde la sociedad civil y desde la clase política, un tono más reivindicativo en asuntos que ahora sí que parecen haber conseguido eco como la financiación o el corredor. «Poco a poco parece que nos consolidamos, pero falta mucho», desgrana mientras que corrobora que sí, claro, que facilita que haya ministros valencianos, que puede facilitar el acceso, «pero luego tienen que actuar para todo el Estado».

En el empresariado, además de la vicepresidencia de Navarro en la patronal estatal, Mercadona fue la empresa con mayor número de ventas en 2019 y su dueño, Juan Roig, es la cuarta persona más rica de España. Sin embargo, las únicas dos empresas con sede en la Comunitat Valenciana que cotizan en el IBEX 35 son Caixabank y el Banco Sabadell, dos entidades financieras que eligieron València y Alicante tras los problemas independentistas en Cataluña, pero que no cuentan con capital valenciano.

Influir por los votos

El politólogo Joan Gonçalves cambia el foco. Para él, «el error que ha tenido siempre el poder valenciano es identificarlo con estar en Madrid y no con ejercerlo desde València». Asegura que aquellos políticos valencianos que llegan a formar parte del Gobierno de España no suponen «poder valenciano, sino que es poder personal» y que el problema está en que los principales partidos tienen una visión «sucursalista» de sus ramas valencianas. «No hay una agenda propia valenciana de sus representantes», desgrana.

Bataller ha estado en el Congreso poco más de tres años y transmite que no hay percepción de que exista un poder valenciano en Madrid «como sí que lo hay de vascos y catalanes», siempre puestos como ejemplos cuando se pregunta por la influencia en el Estado. Para el exdiputado con la coalición entre Compromís y Podemos hay dos situaciones que muestran esta falta de fuerza: la reforma de l’Estatut y la aprobación del Derecho Civil valenciano. Del primero, critica que cambiar un artículo (para garantizar el 10 % de las inversiones) llevó un retraso de más de siete años. Del segundo, lamenta que siga «empantanado», pese a contar con el apoyo de todos los partidos valencianos que, sin embargo, «no logran presionar a sus direcciones nacionales».

El exministro valenciano José Manuel García Margallo, en una reunión en Bruselas con Boris Johnson y otros politicos. EFE/ STEPHANIE LECOCQ

No todas las visiones son tan pesimistas. La investigadora de la Universidad Miguel Hernández Victoria Rodríguez Blanco reduce la importancia de tener más o menos sillones en el Consejo de Ministros («hay ministerios con más peso y otros con menos») y apunta a que la influencia política se puede hacer por otras vías como, por ejemplo, que Ximo Puig sea «el barón más importante que tiene ahora Pedro Sánchez». De esta relación, Rodríguez Blanco destaca dos «guiños» entre ambos presidentes ,como fue la aprobación en diciembre de la mascarilla en exteriores, «algo que pedía Puig anteriormente», y la desconcentración de sedes del Estado de Madrid. Por contra, señala déficits como el derecho civil valenciano y puntos en disputa donde «se verá la capacidad de influencia» como la financiación y el trasvase Tajo-Segura.

Confirma la buena sintonía Gobierno-Generalitat el director general Jorge Alarte. «El poder valenciano se mide más en políticas que en nombres», destaca. En estas, cree que el actual ejecutivo de Sánchez está inspirado «en el modelo Botànic» y que hay «sintonía y proyecto compartido» entre ambos gobiernos. Así, pone de ejemplo el primer paso que ha supuesto el borrador de la financiación autonómica («es un paso pequeño, pero es un paso después de años bloqueada», dice) y gestos como que Sánchez presente su política de vivienda en la Comunitat Valenciana. «Ahora somos referencia», apostilla Alarte.

De cara al futuro, para la politóloga de la UMH, si la Comunitat Valenciana se establece como un «caladero de votos» del partido que esté en el Gobierno de España y coincide con quien ostente la Presidencia de la Generalitat, «habrá mayor capacidad de negociar, de reivindicar cosas y de que se haga caso». Por su parte, el consultor y politólogo Joan Gonçalves destaca que para la Comunitat Valenciana se puede abrir un espacio de influencia «como elemento contrario al ultracentralismo que defiende Vox y separado del independentismo catalán». «El poder valenciano puede llegar a tener más fuerza con acuerdos con otras comunidades que por estar en Madrid», sentencia Gonçalves.

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