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La sociedad de "lo quiero rápido, en casa y barato"

Los ritmos de vida frenéticos provocan que externalicemos las consecuencias de nuestra falta de tiempo en supermercados fantasma de entrega en casa "en 10 minutos"

Uno de los supermercados fantasma en València de la marca Gorillas. m.a.montesinos

No tenemos tiempo. Ni siquiera para hacer la compra. Por eso cada noche un trabajador corre frenético entre estanterías, guiado por un GPS que le indica donde está cada producto para preparar tu pedido en dos minutos. No es una exageración, literalmente tienen dos minutos. Sea una compra de 10 o una de 100 euros. Y luego otro trabajador sale disparado en moto para hacértelo llegar a casa en ocho. Diez minutos en total. Algunas empresas en 15, como mucho. Es el modelo de negocio de los «supermercados fantasma», la enésima incursión de la economía de plataformas digitales en nuestras vidas -también frenéticas- y que promete «La compra en tu puerta en 10 minutos», como reza el lema de Gorillas, uno de los gigantes del sector, o «la compra en minutos», lema de Getir, el otro gran competidor, que no se limita a diez, pero no tarda mucho más. «Mientras calientas el agua en el cazo nosotros te traemos la pasta para que la metas», explica Hunab Moreno, director general de Getir en España.

Gorillas y Getir llegaron a España este verano y aterrizaron de la mano en València en septiembre. Apenas se han establecido y llevan unas semanas de servicio cuando se publica este reportaje. Gorillas tiene dos tiendas en València y otra en Alicante. Getir, cuatro en València. Ambas son empresas transnacionales, con presencia en toda Europa y dieron el gran salto a España este año gracias a una ronda de financiación millonaria; 1.000 millones en el caso de Getir, una empresa que vale siete mil millones de euros y se creó en el año 2015 en Turquía. 858 millones recibió Gorillas, nacida en Berlín unos años después. Ninguna de las empresas ha querido abrir las puertas de sus supermercados fantasma para mostrar cómo funcionan por dentro a Levante-EMV, pero fuentes de Gorillas confiesan que «la gente corre para sacar los pedidos, y más en estas fechas».

Estos supermercados en realidad funcionan como almacenes, no se puede entrar y en las puertas a penas hay carteles identificativos, solo un trasegar de repartidores cada pocos minutos, aunque en realidad dentro hay todo un supermercado con sus estanterías. Pero cerrado al público. Incluso a las 10 de la mañana, en una de las tiendas de Getir en València (con 1.000 repartidores en toda España y alrededor de 200 aquí) se ven entrar y salir motoristas cada pocos minutos, entregando pedidos que solo se pueden hacer a través de la aplicación móvil. Todo debe llegar en 8 minutos (en dos te han preparado el pedido). Moreno explica que en Getir «no están obsesionados con llegar en 10 minutos», pero que normalmente tardan menos de 15.

Esta economía de los 10 minutos y servicios de entrega ultrarrápida es consecuencia de unos ritmos de vida cada vez más frenéticos para la mayoría de la población, según explica Adrián Todolí, catedrático de Derecho del Trabajo de la Universat de València. «Entran para tapar las grietas de una sociedad en la que nadie tiene tiempo, provocado por el trabajo que cada vez absorbe más vida y genera estrés», explica. De hecho, esto se convierte con un círculo vicioso, porque «tu falta de tiempo repercute en esas personas que están corriendo por el supermercado fantasma para prepararte la cesta, o el repartidor de Glovo o Uber que, incluso en el peor día del año con la nevada más grande te tiene que llevar la comida china a tu puerta. Estamos externalizando las consecuencias de nuestros ritmos de vida», cuenta David Muñoz, profesor de Sociología del Trabajo en la Universitat de València (UV).

Interior de una cocina fantasma en la ciudad de València. germán caballero

Más allá de esto, el sector de los supermercados fantasma es un buen ejemplo de otra realidad en el plano laboral, los ritmos de trabajo cada vez más altos, como en este caso en el que se tienen que hacer entregas en 10 minutos. «Hasta ahora socialmente la intensidad en el trabajo no había sido un problema, pero la tecnología ha implicado que ahora el trabajador puede hacer más cosas en menos tiempo. Puede ir al triple de velocidad», explica Todolí. «Históricamente las normas laborales no se han metido en regular la intensidad del trabajo porque hasta ahora no había sido un problema. Pero ahora lo es, para la salud física y sobre todo mental, y no solo en las plataformas digitales, también en otros sectores como el de las kellys, que les exigen hacer cada vez más habitaciones en menos tiempo. Hace falta más control por las autoridades que regulan la salud laboral, como el Invassat, que ponga el foco en estas prácticas, porque si no empezarán a surgir más enfermedades laborales», asegura Todolí, que remarca que las enfermedades mentales, ocasionadas precisamente por estos ritmos de trabajo inasumibles, ya suponen más del 50 % de las bajas.

David Muñoz, que ha publicado recientemente un estudio sobre cómo es la logística de estos gigantes digitales en el reparto, explica que los ritmos de trabajo suponen quemar a los empleados más pronto que tarde. «Es una manera de trabajar que implica una intensificación de los ritmos muy bestia, en la que un GPS te dice por dónde tienes que ir mientras corres por aquí y por allí en el supermercado. Hay toda una serie de trabajo oculto durísimo en el cual se sustentan estas empresas», denuncia. En los supermercados fantasma, en las apps de reparto, incluso en aquellas para «contratar por horas» a trabajadoras del hogar, o en las furgonetas negras que recorren las calles sin identificativo. «Esas furgonetas suelen ser reparto de Amazon, que mete a los trabajadores una presión muy bestia: a las cinco de la mañana acuden a la fábrica para una subasta en la que rezan por conseguir una ruta no muy complicada, pero mínimo hacen cientos de repartos. Dentro les ponen un aparato que se llama ‘rabbit’. Es como un seguidor que les controla los movimientos. Se llama así por el conejo que siguen los galgos en las carreras», dice Muñoz.

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