Los Sordera y la poética del flamenco

Vicente Soto 'Sordera' y su hija Lela Soto protagonizan un concierto mágico en el Palau de les Arts tras interpretar poemas de Alberti, Cervantes o Machado

Vicente Soto 'Sordera' y su hija Lela Soto durante su concierto en Les Arts

Vicente Soto 'Sordera' y su hija Lela Soto durante su concierto en Les Arts / LesArts/MikelPonce

Jaime Roch

Jaime Roch

En las cavidades del cante flamenco, como ocurre con la poesía, se amotina la vida, bullen formas nacidas del alma, de lo más profundo del ser. Son fundamentalmente ondas concéntricas de sentimiento, rastros de chorreantes combustiones que producen el calambre de la emoción. Y eso es lo que nació de la garganta de Vicente Soto 'Sordera' y su hija Lela Soto el pasado sábado en el Teatro Martin i Soler del Palau de les Arts.

La ley del metal implacable de la voz de Vicente Soto 'Sordera' abrió el concierto con una maravillosa soleá y, a partir de ahí, fundó la génesis de su fortaleza encima del escenario, unida al equilibrio de su inspiración que, en el flamenco, es el mayor botín de los artistas. Con una expresión suelta, selvática, bajo la vigilancia del compás -pero casi sin ser recluso de él- y según la fe que tenía en él mismo ese día, surgían los cantes fértiles, encendidos con esa luz que solamente nace en Jerez de la Frontera, sin esa domesticación del ritmo que hace del cante flamenco un auténtico arte. Y es que Sordera es uno de los hijos del afamado Manuel Soto 'El Sordera' y nació, como su padre, en el mítico barrio de Santiago de Jerez, donde todo es diferente.

Las bulerías de Jerez

Precisamente, tampoco faltaron las bulerías de Jerez de la Frontera, esas que tiene gran flexibilidad en el cante -ya que te atreven con los medios compases- y hacen las letras del tirón. También se llaman bulerías cortas.

Uno de los momentos culmen de la noche fue cuando Sordera recitó tres poemas: Marinero en tierra de Rafael Alberti fue cantado por alegrías de CádizCaminante no hay camino, de Antonio Machado fue cantado al compás de la soleá y remató con los versos de Ovillejos de Miguel de Cervantes. Rimas con boquetes por donde empezó a vaciarse el tiempo y creció una parte de la historia. Y parte de la poética del cante flamenco. Los Sordera traducen el flamenco como poesía. Desde luego que no podía ser de otro forma para una familia que mamó tanto el cante.

El final del concierto de Vicente Soto 'Sordera' y su hija Lela Soto tuvo sabor a fiesta

El final del concierto de Vicente Soto 'Sordera' y su hija Lela Soto tuvo sabor a fiesta / LesArts/MikelPonce

En los poemas cantados se creó un aura tan mágica que era propia del feudo misterioso del flamenco: Sordera, trashumante de la pureza del cante, se desnudó con la verdad de su voz, centellente en el tálamo de su infancia. Los guitarras Antonio Malena y Vicente Santiago también destacaron durante la hora y media de actuación. Las palmas y los jaleos estuvieron a cargo de Manuel Blanco y Ángel Peña.

En el final del concierto, su hija Lela Soto se mostró como una de las voces jóvenes con más proyección del panorama flamenco actual. Ese dúo entre padre e hija supo a fiesta flamenca. Aunque antes Lela había dejado un par de cantes que, en tiempos de desorden, recobran su apego frente a esa orilla que hoy en día está arrasada como es la autenticidad que aporta la pureza.

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