Happy Feet 2 - [***]

Nacionalidad: Australiana. Director: George Miller. Guión: George Miller. Fotografía: David Peers. Música: John Powell. Director de animación: Rob Coleman. Números de baile: Savion Glover. 100 minutos

Sinopsis

Mumble, el maestro de Tap, sufre porque a su hijo Erik no le gusta bailar. Erik escapará de su hogar y se encontrará con Sven, ¡un pingüino que puede volar! Pero las cosas empeoran cuando el mundo es sacudido por poderosas fuerzas.

No sólo mantiene el nivel narrativo y el encantador look de sus pingüinos protagonistas sino que mejora notoriamente sus elementos técnicos, fruto de los avances que se han producido en este tiempo en materia de animación digital. El caso es que esta secuela de Happy Feet, Rompiendo el hielo, que vimos en 2006 y que obtuvo el Oscar a la mejor cinta animada, supone un más que sensible avance en todos los campos que celebrarán tanto los espectadores menudos como los que utilicen a éstos como coartada para acompañarles.

El director australiano George Miller, verdadero artífice de ambos títulos, en su calidad de director, productor y coguionista, se sitúa a la vanguardia de este cine, de modo que sus logros no sólo no tienen nada que envidiar a sus congéneres de Hollywood, sino que incluso superan a la mayor parte de ellos en logros técnicos. Con un acierto verdaderamente singular, la ternura y el encanto que desprenden unos animales, especialmente los más pequeños, que nunca habían sido de forma artificial tan expresivos. La novedad del 3D es un aliciente que en este caso sí que se agradece porque se rodó en ese sistema y por sus cualidades en el plano visual.

La belleza de la Antártida adquiere unas dimensiones que saltan a la vista, nunca mejor dicho, en una película que vuelve a recurrir al continente helado como decorado natural impresionante. Es un paisaje grandioso en el que se reúnen, como todos los años al llegar el buen tiempo, una cantidad inmensa de pingüinos de la familia Emperador que celebran, con el reencuentro, sus habituales ceremonias marcadas por las danzas y las canciones. Resulta, sin embargo, que el pequeño Erik, precisamente el hijo del maestro de tap Mumble, siente una inesperada fobia por todo lo que suponga baile y coreografía, hasta el punto que decide dejar a sus familiares y emprender la vida por sí mismo. En esta tarea encontrará muy pronto un modelo al que se rendirá por completo, un pingüino volador, Sven, que se recrea reiterando unas piruetas que provocan su asombro.