Pasó el vigésimo aniversario, el año de margen para que Melvin Benn, el nuevo propietario del FIB, tomara las riendas del festival, y el recinto de conciertos de Benicàssim se prepara nuevamente para recibir a los miles de aficionados que continúan confiando en su criterio.

Pese a las zozobras sufridas en algunas ediciones anteriores, el FIB mantiene su posición con firmeza en el mapa de los festivales españoles de verano. En los veinte años transcurridos desde su aparición, ha visto cómo su modelo era imitado por toda la geografía estatal o cómo se le echaba en cara su giro en busca del público británico, pero ha sabido mantenerse contra viento y marea, con mejores o peores carteles, mientras la competencia low cost crecía y propuestas urbanas con mayor predicamento mediático y administrativo se convertían en las favoritas del público hipster. Benicàssim no se rinde, aunque la evidente escasez de bandas capaces de vender decenas de miles de tickets afecta a todo el mundo (recordemos que los acabados Strokes eran cabeza de cartel este año en el exclusivo Primavera Sound) y reinventarse no es tarea fácil cuando las opciones son limitadas.

Por eso puede resultar más productivo valorar la programación por lo que representa para el perfil medio del asistente a festivales (muy joven, con tantas ganas de música como de fiesta) antes que hacerlo desde la atalaya del resabiado que exhibe su asistencia ininterrumpida como si de una medalla al valor se tratase, quejándose de la repetición de artistas (quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra) y añorando aquella edición de finales de los noventa en que experimentó su particular revelación existencial. Que se lo digan a quienes no habían llegado a la mayoría de edad cuando Blur anunciaron su separación y ahora se van a encontrar con una oportunidad inesperada de verlos en directo por primera vez en sus vidas.

Glorias del ayer

Porque la banda liderada por Damon Albarn es uno de los principales reclamos del FIB 2015, y además llega con nuevo disco bajo el brazo, The magic whip, que si bien no cambiará la historia, al menos tampoco les obliga a ruborizarse, como ha ocurrido con tantas otras bandas (los Pixies, sin ir más lejos) que han regresado tras una larga temporada en barbecho.

Los nostálgicos del britpop de los noventa podrán disfrutar también con la presencia de Noel Gallagher, que vendrá acompañado por su actual banda, los High Flying Birds. Con ellos ha grabado este año Chasing yesterday, quizá el mejor disco de su trayectoria posterior a Oasis. Lo cual, admitámoslo, tampoco es decir mucho.

La misma década fue la que acogió la aparición de Portishead, banda clave del sonido trip hop que protagonizó un espectacular regreso en 2008, tras más de una década sin publicar disco, con Third, monumental trabajo acompañado de una puesta en escena sobresaliente que, sin embargo, lleva demasiados años sin renovarse. El espectáculo que ofrece la banda de Beth Gibbons es uno de los mejores que se pueden ver actualmente sobre un escenario, de eso no hay duda, pero en los últimos tiempos se ha podido ver con excesiva frecuencia en nuestro país, lo que le resta efectividad.

Aún hay que viajar más atrás en el tiempo, hasta los años ochenta, para localizar los primeros pasos de otro de los platos fuertes del festival este año: Public Enemy. La banda más importante en la historia del hip hop visita Benicàssim por primera vez en un momento en que su argumentario discográfico es pura anécdota (aunque tienen álbum reciente: Man plans God laughs), pero su directo sigue haciendo honor a su leyenda. Chuck D, Flavor Flav y Professor Griff continúan al frente de una máquina de hits que no se detiene ante nada, y que vuelve a otorgar al rap un lugar de privilegio en el festival.

En cuanto a The Prodigy, sus años de gloria quedan atrás, pero jugaron un papel importante en el trasvase de público rock hacia una concepción de la electrónica emparentada con el punk y las raves, y aunque en sus últimos discos no han mostrado una gran capacidad de reciclaje, su caso es similar al de Public Enemy en lo que se refiere a su repertorio, plagado de canciones de contrastada eficacia y capaces de levantar a un muerto.

El último cabeza de cartel (al menos, atendiendo al tamaño de la tipografía con que aparece) es Florence and The Machine, la banda británica que se dejará caer por el festival para presentar How big, how blue, how beautiful, aparecido este año. Surgidos en 2007, son los únicos de los escritos en negrita que pertenecen a la banda sonora generacional de la gran mayoría del público asistente, que a buen seguro espera con mayor ansiedad propuestas de menor calado musical como las de Crystal Fighters, Bastille o Kaiser Chiefs, bandas cuyos repertorios parecen específicamente diseñados para participar en eventos al aire libre y de gran capacidad.

Nombres a retener

Como se puede comprobar, los nombres se repiten de un festival a otro y año tras año. No es culpa del FIB, sino del mercado, que no da para más. Así y todo, siempre aparecen agradables sorpresas, como la de FFS, grupo producto de la unión de Franz Ferdinand y Sparks, dos bandas que inicialmente podrían parecer antagónicas, pero que comparten una sensibilidad pop que ha dado como resultado un álbum homónimo que dice mucho de la voluntad de Franz Ferdinand por embarcarse en proyectos singulares y que, sin duda, servirá para que sus fans descubran la existencia del estupendo grupo de los hermanos Rusell y Ron Mael, una de las rarezas más peculiares de la historia de la música pop.

También resultará grato el reencuentro con los canadienses Godspeed You! Black Emperor, nombre capital de la escena post-rock con disco recién salido del horno: Asunder, sweet and other distress. Y entre los artistas que aparecen en tipografía menor, pero con un discurso musical digno de atención, cabe también señalar a Frank Turner, un cruce entre Bruce Springsteen y Billy Bragg que junto a su fiel banda, los Sleeping Souls, conjuga rock y folk de combate con una pasión digna de estudio. Así como al arrollador Curtis Harding, la nueva estrella de Burger Records, un vocalista de garganta prodigiosa que con el notable Soul power ha vuelto a poner el punto de mira sobre un género musical que parece estar viviendo una nueva edad de oro.

Además, vale la pena llamar la atención también sobre el revivalismo post-punk de The Cribs, que presentan For all my sisters; el noise pop de Crocodiles, que ha engatusado con facilidad a los fans de The Jesus & Mary Chain o The Raveonettes; y la sesión que protagonizará el productor Mark Ronson, uno de los grandes artífices del éxito logrado por Amy Winehouse con Back to black. En enero de este año se publicó su cuarto álbum como solista, Uptown special, pero su presencia en Benicàssim se limitará a su faceta de disc jockey.

Por su camino

El FIB sigue su camino. Quizá en el cartel se echan en falta más apuestas de futuro, mayoritariamente capitalizadas por un Primavera Sound mastodóntico, o nombres de perfil medio con importante peso específico, al estilo de los presentes en el Vida Festival (Father John Misty o unos The War on Drugs que eran el objetivo de todos los programadores este año), pero Benicàssim siempre ha apostado por el sonido británico y no tendría sentido pedirle a estas alturas una reinvención de inciertos resultados.

Así las cosas, las novedades no llegan este año desde la parte de la contratación de bandas, sino de dos nuevos espacios que buscan dinamizar el recinto: Trechtown, un poblado jamaicano dedicado al reggae, ska, dub y dancehall con áreas como el Kingston 12 Café, directos acústicos y cócteles tropicales (¿un pequeño Rototom dentro del FIB?) y South Beach, una zona de ocio basada en la estética Miami Vice que se diría más propia de un parque temático. Pero ya se sabe: Hoy en día, la música no es el principal ingrediente de los festivales. Solo uno más.

Benicàssim (Recinto de conciertos). Del 16 al 19 de julio.

Web: www.fiberfib.com