El actor James Gandolfini ha dicho adiós de forma inesperada en la Italia de sus padres, país en el que tenía también sus raíces su icónico Tony Soprano, mafioso televisivo de "The Sopranos" al que interpretó hasta el hartazgo y le encumbró a una fama que nunca buscó.

Gandolfini tenía 51 años, una mujer y dos hijos, una vida acomodada y proyectos en su cartera, pero su corazón dijo basta en Roma, un final brusco e impredecible más propio de la conocida serie que protagonizó y de la que, contra todo pronóstico, su personaje escapó de una muerte segura con un polémico fundido a negro.

Quienes lo conocieron lo describen como un hombre gentil, humilde, cariñoso, con sentido del humor, fácil de trato y hasta con un punto hippie, una imagen que no llegó a trascender el aparato mediático donde su nombre quedará inmortalizado bajo la sombra de su alter ego.

Hasta el debut de "The Sopranos" en el canal de cable HBO en 1999, Gandolfini se prodigaba por los escenarios de Broadway y hacia carrera como secundario en Hollywood donde de forma recurrente obtenía papeles de italo-americano y se dejaba ver en películas sobre el mundo del crimen.

"A Stranger Among Us", "True Romance", "Money for Nothing", "Get Shorty", "The Juror", "Night Falls on Manhattan" y "Perdita Durango" guiaron sus pasos hacia Tony Soprano, a quien conoció leyendo el guión del capítulo piloto escrito por David Chase antes de realizar la audición.

Nunca pensó que con su aspecto, lejano de los parámetros estéticos que funcionan en la meca del cine, fuera a ser el elegido aunque compartiera vínculos con Tony Soprano.

Ambos fueron criados en Nueva Jersey, en el seno de familias italianas y sin grandes lujos, si bien el padre del actor era un empleado de mantenimiento, nada que ver con la mafia.

"Pensé que contratarían a algún tipo de buen ver, no a George Clooney, pero a algún George Clooney italiano y que eso sería todo", reconoció el actor en una entrevista publicada en marzo de 2012 por Vanity Fair con motivo de un reencuentro del reparto de la serie.

Gandolfini encarnó durante 86 episodios a lo largo de 6 temporadas emitidas entre 1999 y 2007 al personaje que redefiniría el rol del antihéroe en Hollywood durante años sucesivos y que permitió el nacimiento de éxitos como "Mad Men", "Breaking Bad" o "Boardwalk Empire".

Un tipo simpático

Frente al estereotipo de mafioso que proliferaba en la meca del cine, elegante, frío y sanguinario, Chase presentó a un gángster de andar por casa, con bata y cara de sueño, que visita al psiquiatra y se confiesa superado para lidiar con sus riñas domésticas y sus tensiones laborales.

Una vulnerabilidad que generó empatías hacia Tony Soprano, incluso aunque la violencia, la corrupción y las infidelidades formaran parte de su modo de entender la vida.

A James Gandolfini, no obstante, las andanzas de su mafioso de ficción terminaron por agotarle hasta el punto de reconocer que era "un alivio" pasar página.

"La crueldad sin fin terminó por afectarle", explicó Chase en diciembre de 2012 en una entrevista con el canal canadiense CBC, en el que confesó que había perdido el contacto con el actor al que hoy definió como "un genio" cuyo talento residía en gran parte "en aquellos ojos tristes".

"Él no era fácil algunas veces, pero fue mi compañero, mi hermano en formas no puedo explicar", reflexionó Chase tras la noticia de su fallecimiento.

Gandolfini obtuvo tres premios Emmy y un galardón en los Globos de Oro por ser Tony Soprano, que también le trajo fortuna y una popularidad que le hacía sentir incómodo. En 2008 y 2009 golpeó a un fan en busca de autógrafo y a un fotógrafo, respectivamente.

Él se veía, sin embargo, como el mismo "gruñón y miserable" de siempre, según admitió a la prensa, antes de volver al teatro en Broadway en 2009 en la obra "God of Carnage".

Tras la etapa como Tony Soprano, el actor pasó a un segundo plano y regresó a roles de reparto en filmes como "Zero Dark Thirty" y "The Incredible Burt Wonderstone", su último estreno este año en el que había anunciado una nueva serie para HBO, "Criminal Justice", en la que dejaba de ser el gángster para ser abogado.