El grupo emite, al unísono, una risa tensa, cuando la directora del casting pregunta: «¿Hay muchos nervios o qué?». Setenta criaturas custodiadas por sus padres se reparten en cuatro hileras frente a alargadas mesas vacías en un céntrico hotel de Valencia. Llevan todos delantal, algunos con el logo del programa, lo que denota que no han acabado necesariamente en esta prueba por un impulso paterno. Quieren cocinar y salir en la tele, «las dos cosas», dice Lucía García, de doce años. Piensen qué eran capaces de hacer con una sartén a su edad; ella ha preparado «un tartar de salmón y sandía con reducción de cítricos y una crema de yogur y de azafrán».

La filigrana gastronómica de Lucía, que viene desde Madrid para la prueba, no es una excepción: hay críos trabajando con sifón, moldeando espuma y pintando en pizarra. Emulan a los cocineros de Masterchef, ya sea en la versión adulta o en la Junior, motivo que les ha empujado a las pruebas de acceso de esta cuarta edición. «El número de candidatos es parecido al de otro años porque está acotado a la edad entre 8 y 12 años, pero se nota un mayor nivel», explica González. Los niños que ahora se presentan han crecido probando las recetas de la tele en casa y durante este verano „las pruebas están limitadas a estos meses para no coincidir con las clases„ se presentan en masa a las cinco convocatorias para acceder al concurso, para las que el programa hace un primer filtrado a partir de los vídeos que reclaman a los aspirantes. A esta prueba llegan setenta. Junto a Valencia, se realizan castings en Málaga, Bilbao, Barcelona y Madrid.

Nuria Falcó tiene también 12 años, lo que la convierte en una de las veteranas. «Vengo porque me encanta la cocina y ser creativa», señala sonriente ante una «flor de patata rellena sobre una crema de azafrán». A unos metros de ella, Pau Gironés, de 11 años y Algemesí, expone tímido su plato de arroz con el caldo de clòtxina, que ha decidido hacer «porque es típico de la tierra». Antes de entrar en la prueba, Claudia apunta, temblando de los nervios, que empezó en la cocina mirando a su abuela.

Todos aspiraban ayer a un puesto entre los 16 finalistas, en la fase del concurso que se grabará a final del verano y será televisada. Por la mañana emplataron una receta elaborada en casa, mientras sus padres se comían las uñas sin poder hacer ni un amago de ayuda. Por la tarde, unos cuantos elegidos realizaron in situ sus propias creaciones ante el jurado, después de haber sido visitados por exconcursantes del programa, entre ellos la pequeña valenciana María Querol, que les dieron consejos. Los seleccionados, un secreto que se reserva el programa, aún tendrán que pasar una fase previa en Madrid para conseguir la cuchara del programa.