Salva se convirtió la noche del miércoles en el segundo expulsado de la cuarta edición de MasterChef. El alicantino salió tan solo una semana después de que la valenciana Ana March abandonara las cocinas del programa de TVE. Aunque dice que se tomó «bien» la salida, explica a Levante-EMV que su plato «no era merecedor de la expulsión». «Creo que no me tendría que haber ido», añade. Sobre todo, dice, «porque aún me queda mucho por demostrar».

Este alicantino de 31 años y administrativo se confiesa amante de la cocina de vanguardia y reconoce que aprendió mucho de las clases que recibió en las semanas que ha permanecido en el programa. «Sé mucha teoría, me faltaba práctica». Ahora pide su oportunidad para desarrollar su pasión. Lo mejor del programa, en su opinión, han sido las amistades; lo peor, la brevedad de su paso. Tampoco se atreve a hablar de un claro ganador, aunque sí tiene algunos favoritos: Reichel, Ángel, Juan, Pablo, José Luis,...

Cuando se le pregunta si volvería a entrar en el programa se muestra rotundo: «De cabeza, sin pensarlo». Por ahora señala que va a seguir intentando trabajar en cocina y que sus referentes profesionales son Quique Dacosta y Dani García. Quiere aprovechar su paso por el programa como «trampolín» y ya cuenta con dos eventos en los que tendrá que cocinar. En el casting prometió que si entraba se casaría con su novia. Por el momento, aún no han fijado la fecha, pero el compromiso sigue en pie. Eso sí, aclara, «ese día yo no me encargaré del catering».