Empieza la canción con sonido de clarines y, al fondo, tres coristas de la Casa de Andalucía en Letonia. Cada vez que lo veo me da la sensación que los bálticos están diciéndote a la cara: «tanta Operación Triunfo y tanta leche, ahora vamos a explicar a los españoles cómo se gana un festival de Eurovisión con tres sombreros blancos».

Y tanto que lo ganaron. Los letones no tuvieron más rival que la maltesa Ira Losco, una especie de Sensación de Vivir en versión mediterránea.

Pero vamos con los ganadores del año de la gran decepción hispana. La canción vale más bien poco, pero la puesta en escena es de matrícula de honor. Una chica masculinizada que empieza a tontear con una de las pseudoandaluzas. No le mola y los compañeros de baile empiezan a quitarle ropa, convirtiéndola en una dama en traje largo. Así de fácil, así de efectivo.

El vídeo del "preview" es el más claro resumen del baño que nos dieron. El de Rosa de España era presuntuoso, con la triunfita cantando ante decenas de miles de espectadores en uno de los conciertos que abarrotaban plazas de toros y campos de fútbol (reconócelo: tu fuiste a uno de ellos). Los letones no debieron gastar ni veinte rublos (sobre todo, teniendo en cuenta que los rublos desaparecieron de este país cuando se largaron de la Unión Soviética) con unas imágenes de Marija, embutida en un plumífero, paseando con unos amigos y después bailando junto a unos efectos informáticos de primer curso de Basic. Una trama que, por cierto, no tiene nada que ver con lo que después hicieron en el escenario de Tallin.

Marija estuvo soberbia vocalmente (canta desde pop a clásico sin problemas), los bailarines también y aunque la canción ha pasado rápidamente al olvido por méritos propios, siempre nos quedará su mítico "¡ay, ay, ay, ay!".

(Ay, ay, ay, ay como nos la pegaron, claro)

Y este es el vídeo del preview, el de los veinte rublos: