Con una bebida gaseosa en la mano, sus inevitables gorra y tirantes, y una paciencia infinita para afrontar una maratón de entrevistas, el escritor de fantasía épica George R. R. Martin (Nueva Jersey, 1948) se acomoda en la butaca apenas 24 horas después de llegar a Avilés para participar en el festival Celsius 232. «I'll do my best», dice para disculparse por el cansancio, después de una noche aprendiendo a cocinar cordero a la estaca.

El autor de la saga «Canción de Hielo y Fuego», popularizada por la serie de televisión «Juego de Tronos», se reunirá hoy con sus fans en la carpa de Álvarez Acebal, para firmar libros entre las once y la una. Y a las siete presentará «El refugio del viento» en la Casa de Cultura de Avilés.

-¿Cuál es el secreto del éxito? Sus libros se venden por millares...

-Ya me gustaría saberlo. Si lo supiera, lo hubiera hecho hace tiempo. Es irónico que me llegue el éxito de la noche a la mañana cumplidos ya los 60. Creo que estoy contando una buena historia con unos personajes interesantes, que agrada a los lectores. Mi carrera ha sido buena, con altibajos, desde que empecé en los 70 con mis primeras historias cortas y novelas. En 1979 pude por fin dedicarme profesionalmente a la escritura. Durante una temporada escribí para televisión para poder pagar la hipoteca, pero hay muchas diferencias entre irme bastante bien y en cómo me va ahora, la serie de televisión ha disparado las ventas. No sé cuál es el secreto del éxito, pero estoy encantado de que esté sucediendo.

-¿Encuentra en la vida real tanta sangre, pasión y vitalidad como en «Canción de Hielo y Fuego»?

-Las dosis de violencia han existido siempre, sobre todo en la reconstrucción histórica literaria. La serie está concebida como una fantasía épica, tiene que hacer hincapié en todos esos aspectos. Pero hay una carga muy importante del tratamiento de la novela histórica y de la historia en particular a la que recurro como fuente de inspiración, y de la que recojo muchas anécdotas y detalles. Nuestra historia en general está llena de violencia, de pasión? al menos si lo comparamos con los estándares de la vida moderna. Recientemente cogí un libro en un aeropuerto sobre la historia de Jerusalén, fue una lectura fascinante, un buen ejemplo de cómo en un solo sitio puede haber un montón de cosas impresionantes con un genocidio detrás de otro, masacres... Si tengo que comparar mi obra con la historia de la humanidad, diría que mis novelas son suavecitas.

-¿Puede decirse que ha resucitado la magia en un tiempo en el que parecía perdida, al menos en el mundo de la literatura para adultos?

-No sé... Escribo en la tradición fantástica en la que ha habido muchos escritores, y cada autor aporta cosas propias. Para mí son especialmente relevantes Tolkien, Robert Howard, Jack Vance, Tad Williams? Es muy larga la tradición de escribir sobre reinos mágicos, historias inventadas. Mi obra tiene un sabor y una textura diferente, pero eso es inherente al trabajo de cada escritor. Toda esa tradición ya existía, me encanta que haya muchos lectores que consideran que mi trabajo es mágico pero de ahí a decir que abrí la magia a la literatura de adultos, sería exagerar.

-¿No cree en buenos y en malos? Sus personajes se mueven en el terreno de los grises.

-Disfrutamos leyendo sobre héroes y villanos en la ficción, y sobre su enfrentamiento, pero eso es una convención; cuando miramos en el mundo real no existen diferenciaciones tan claras, veamos muy pocos caracteres puros blancos o negros. De todas maneras la reiteración de esa fórmula y el abuso de esos personajes es uno de los errores del género de fantasía. Yo ya estaba aburrido de leer imitaciones de Tolkien que repetían esa fórmula hasta la sociedad: un grupo de héroes enfrentados a las fuerzas oscuras, es un esquema muy trillado que acaba siendo cansino. El enfrentamiento entre bien y mal es legítimo en una novela de fantasía pero en realidad es una lucha que forma parte del corazón de cada persona. En cualquiera de nosotros anida la capacidad para el bien y para el mal, de poder hacer cosas nefastas y cosas heroicas. En particular también puede ocurrir que un personaje que el martes hace un acto heroico el miércoles sea un cobarde. Lo que es más fascinante son los personajes reales, que no sean puramente buenos o malos.

-¿Cuáles son sus personajes favoritos de la saga? ¿Los indultará, o podrán morir igual que el resto?

-Por muy favorito que sea un personaje, eso no le garantiza la protección. Todos los personajes en la serie tienen una parte de mí, están construidos en mi experiencia y en las cosas que me han sucedido. Ya sean más positivos o más negativos, incluso cuando pueden haber hecho cosas odiosas, como escritor me meto en su piel, los entiendo, comparto sus vivencias. No puedo renunciar a ninguno de ellos. Evidentemente sí hay algunos particularmente favoritos: Tyrion especialmente, Arya y Daeneris. Pero los adoro a todos.

-Si pudiera pasar un día en el escenario de sus libros, Poniente, ¿qué haría y a dónde iría?

-Probablemente iría a Antigua, a la biblioteca. Adoro los libros.

-¿Qué rutina de trabajo tiene?

-Necesito estar en mi propio lugar. No puedo escribir cuando estoy de viaje, en los hoteles, en avión, en ruta? Escribo cuando estoy en casa, en mi oficina. Le pido a mi secretario que nadie me interrumpa. Desconecto internet e intento trasladarme a Poniente.

-¿Bebe de fuentes mitológicas?

-No, me inspiro en periodos históricos concretos, como la Inglaterra medieval y las Cruzadas.

-¿Cómo lleva que el gran público haya descubierto su obra gracias a la serie de televisión?

-Es emocionante. Los libros funcionaron muy bien, se convirtieron en best-sellers en EE UU y mercado anglosajón, pero la serie de televisión ha hecho millones de nuevos lectores. La gente no se queda sólo en la serie, sino que llega también al libro, es fantástico.

-Fue polémico que se «colara» la cabeza de George Bush decapitada en uno de los capítulos...

-Es una tontería. La confección de esas cabezas es muy cara y sólo hicieron dos con los rasgos de los actores, una para Sean Bean y otra para la Septa Mordane, hasta ahí llegaba el presupuesto. Para completar llegó una caja llena de cabezas que sobraban de otras series. Así fue cómo llegó la de Bush.