Como no tuvimos bastante con 21 días, ahora Cuatro, en su afán de desprestigiar el casi nulo prestigio que le queda al periodismo en esa casa, tirado con más ahínco a la basura cada vez que la cadena emite un nuevo programa que llama de investigación, de reportajes, de crónicas, o como puñetas enmascare al periodismo para convertirlo en una payasada, ahora, Cuatro, como digo, nos endilga 9 meses con Samanta.

Vamos, un preñado. El suyo. El de Samanta Villar, estrella del sensacionalismo, del morbo, del ego elevado a categoría noticiable donde cualquier excusa es buena para poner caras y contar memeces a tu cámara personal, que no falte. La señora cuenta su preñez desde el minuto en que la inseminan, y resume sus vivencias en entregas. Veremos cómo crece su pancita hasta soltar a sus dos criaturas -anoche, el estreno-.

Para que entendamos la envergadura de su programa, el nivel científico del experimento y la calidad de sus reflexiones, todo un tratado de la mujer preñada, de sus emociones y dudas, de sus angustias y miedos, Samanta Villar corrió el otro día a contárselo a María Teresa Campos, dejándose entrevistar por la propia jefa de planta y por reconocidas eminencias como Terelu Campos y Carlos Ferrando, acreditado zascandil, exagerado e histriónico, que siempre me recuerda a Víctor Sandoval, ese andobas del periodismo cutre, rancio, amoratado y gritón que ahora se gana la vida en taparrabos rebozando sus ijadas en la isla de los Supervivientes de Telecinco.

Lo de Samanta Villar es, usando el estrambótico lenguaje de Rajoy, cosa notable. La cosa de estos 9 meses con Samanta, su mayor interés, es ver si en la última entrega enseña de una vez el conejo. Qué señora.