Es el nombre del hostal donde paran los socorristas españoles en la isla griega de Lesbos, a donde llegan, incesantes como las olas, miles de personas que huyen de la guerra, de la violencia, y de otros conflictos. Vienen eritreos, afganos, libaneses, sirios, vienen hombres, mujeres, niños, bebés de meses, vienen ateridos, con miedo, llegan a una costa salpicada de salvavidas, una palabra demasiado generosa para una prenda que se convierte en trampa porque son chalecos falsos.

Dice la narradora de To Kyma, rescate en el Egeo, que emitió La Sexta la noche del jueves, que las mafias turcas que organizan esas travesías por el Egeo no tienen escrúpulos. Venden chalecos que no flotan y montan a la gente en barcos que se hunden. Hay pasajes que pueden costar más de 2.000 euros, cantidad superior a lo que cuesta un crucero de lujo. Cuando llegan los refugiados no llegan al final de la travesía sino al principio de otro infierno llamado Europa. De qué infierno huirán esas gentes para que el fuego europeo no les queme tanto. La Europa oficial, la de los despachos y la política, mira para otro sitio. Es la forma que tienen los tancredos que nos representan de solucionar el problema.

Mientras, como cuenta el reportaje, es la gente, el pueblo, el que se organiza. Son conocidos en el mundo entero por su labor los socorristas de Proactiva, españoles que pueden rescatar a la gente con dinero de anónimos ciudadanos, no con recursos de la administración. El pueblo salvando al pueblo. To Kyma, rescate en el Egeo, pretende despertar conciencias, tal vez sonrojo y vergüenza en los políticos, pero para eso habría que tenerla.