Entiendo muy bien lo que ocurre en las tramas de Algo que celebrar porque en mi familia casi siempre también hay algo que celebrar. Pero aquí sólo hablaré de la serie que emite los miércoles Antena 3, con éxito de audiencia, frente a las aventurillas del capitán Alatriste, que aún no ha tocado fondo en la pérdida de fieles.

Algo que celebrar es una serie sin pretensiones, y digo esto como si la de entretener fuese algo baladí. Y no lo es, sobre todo si entretiene sin echar mano del humor grueso, de la ordinariez y el chiste de cariz vulgar. Algo que celebrar tiene una historia principal por capítulo que es concluyente aunque hay tramas personales, grupales, que tienen continuidad y pasan de un capítulo a otro, como los amores entre los personajes de Norma Ruiz, que hace un trabajo destacable, y Raúl Fernández, que también se maneja en la comedia.

En Algo que celebrar cada semana celebran una boda, un cumpleaños, un bautizo y, como es costumbre en las series españolas «para toda la familia», hay personajes con historias para niños, adolescentes, que en este caso son irrelevantes, jóvenes creciditos, papás de mediana edad, y abuelitos separados que guerrean con pasión de muchachos, y para ese cometido, dos veteranos, Luis Varela y la recuperada Irene Irureta.

La serie es fresca, liviana, simplona, previsible, divertida, tontita, repleta de arquetipos, y sin duda un reto para el equipo de guionistas porque, al igual que pasa en las familias de verdad, quizá llegue un momento en que el cuñado chistoso, la prima sardesca, el niño repipi o la tía piripi empiecen a cargarte. Y me callo, por si lo voy estropeando.