Comprometidos, optimistas y creativos. Así son los llamados «guías del cambio» que llevarán a los participantes a vivir uno de los momentos más felices de sus vidas. Esta definición valdría para cualquier mamarrachada de las que emite Telecinco.

En esta ocasión, con «guías del cambio» habla de los expertos que cogen a los infelices que se prestan al toma daca con la idea de que les cambie la vida. Hablo de Cámbiame, que la factoría del mal gusto emite a diario donde antes emitía Robin Food, el programa de recetas tirando a espesas de David de Jorge, un programa pensando al milímetro para el perfil de audiencia del negocio del que viven los accionistas guiados por Paolo Vasile pero quizá sin el suficiente grado de bajeza moral y estética del resto de la parrilla. Y eso se paga.

Cámbiame sí, Cámbiame está en la órbita de la buena dirección. A Cámbiame llegan los adefesios acomplejados cuya vida, hasta el momento del pacto con el diablo telecinquero, puede ser sólo gris, pero no humillante, como sí pasa a ser en cuanto la cámara entra en tu cuarto, ve tu armario, y además te retrata peor de lo que, al parecer, tú te sientes. O hay humillación o no hay trato.

El trato es ponerte en manos de los «guías del cambio». Estos guías son redichos y amanerados, dos señoras y un señor que, con dinero de la productora, es decir, tirando con pólvora de rey, hacen el milagro del cambio. Nueva ropa, fuera ese pelo pollo achicharrado de tanto tinte de segunda, un buen maquillaje, unos tacones, quizá un corte de barba y un pelo hipster en los chicos, obra el prodigio. Eso es Cámbiame, un nuevo Sálvame a costa del más débil.