Sí, pero no. Quizá sea más no que sí. Hablo de La que se avecina, que estrenó Telecinco el martes por la noche contra los elefantes de Cristina Pedroche en Pekín Exprés, en La Sexta. Va por su novena temporada, y sus personajes se han convertido en un paisaje de la tele, y fuera de ella.

Recuerdo la que armó Nacho Guerreros, Coque en la serie, en su visita al festival de televisión de Vitoria -ayer se inauguró la edición de primavera en Albacete, donde TVE estrenó El hombre de mi vida, comedia familiar y romántica con mucha ternura, se dice en las promociones, con la asistencia de sus protagonistas, José Mota, Malena Alterio, Paco Tous y Norma Ruiz-.

La que se avecina para mí es sí, pero no, decía. Puede ser sí porque parece una serie fresca, con un puntito de locura que se amarra a la realidad, incluso a la actualidad. A veces la realidad, y la actualidad, son tan surrealistas, descacharrantes, y cutres como se ve en la serie, y eso, o por eso, que se desarrolla en la urbanización de «alto standing» Montepinar, donde casi nada es lo que parece sino, en crudo, lo que aparece.

Y aparecen una serie de personajes estrambóticos a los que, alguna vez, o muchas, hemos visto en la vida. Puede ser que La que se avecina sea sí porque el humor siempre viene bien, más si lo que nos rodea es turbio y desasosegante. Puede ser sí si en la serie está Ernesto Sevilla, José Luis Gil, o Nathalie Seseña. Pero por dios y por los santos, es no si en la serie está Paz Padilla.

Es no si en la serie gritan como gritan. Es no si actúan, todos, con el mismo patrón. Es no si la iluminación es un dolor. Es no si el intento de copiar la realidad sale sin matices, tan espeso. Y tan zafio. Resumo, no