Casi todas las fronteras de mundo son la misma frontera. Tráfico de drogas, personas y armas, violencia, corrupción, malos modos, tensión política, un cóctel que se bebe en la frontera aunque dependiendo de cuál sea un país y el otro el ingrediente se amortigua o acusa, pero la frontera, incluso como concepto, es siempre un punto caliente.

La 1 estrenó Fronteras al límite, un programa de madrugada que deja a un lado la festiva ficción de Águila Roja que le precede el miércoles para adentrarse en una realidad eléctrica muy bien retratada por los reporteros María Ibáñez , Mercedes Forner y Álvaro Martín, que se alternan en las entregas. La primera frontera visitada fue la de Venezuela con Colombia.

El desabastecimiento de los comercios venezolanos genera un comercio de estraperlo entre un país y otro, y en paralelo una red de policías corruptos que ponen la mano dejando salir de Venezuela gasolina a bajo precio. Otra entrega reciente, memorable, retrató la frontera entre Guatemala y México subidos al tren de la muerte, una bestia de hierro que sigue su curso atravesando México y que miles de hondureños, guatemaltecos, salvadoreños o nicaragüenses utilizan tratando de llegar a la frontera de EE UU, su destino.

Sobre ese monstruo frío y lento pero imparable se suceden todo tipo de tropelías entre miserables y bandas de otros miserables. Sin la más mínima piedad roban, violan, te maltratan o te lanzan desde los vagones al suelo si no eres el botín que esperaban. Fronteras al límite es un digno programa para la tele pública, un formato que marida con En tierra hostil, propuesta quizá más ambiciosa y espectacular que tan buenos resultados le dio a Antena 3.