Ha vuelto. ¿O en verdad es que nunca se fue, al menos en espíritu? Ha vuelto a la casa del señor Carlos Dávila , aquel imprudente periodista, casi acosador cuando las cosas no venían como él quería, representante de una derecha asilvestrada y rabiosa, maestro de componendas e inventos, que presentaba en La 2.

El tercer grado en la época gloriosa de José María Aznar , cuando las condenas por manipulación informativa alcanzaban el grado de vergüenza nacional e internacional. Este señor fue levantado de su sillón con el nuevo aire que llegó a la televisión pública, donde ejemplares como el menda no tenían cabida.

Pero no perdió el tiempo. Fue captado por la órbita de Intereconomía, una de las drogas entre duras y cachondas del periodismo, sobre todo versión televisiva, donde. El gato al agua fabricaba momentos de hasta aquí hemos llegado, os vais a enterar. En papel, el señor Dávila se hizo con La Gaceta. Para entendernos, si La Razón es como el delirio perpetuo donde vive el fullero Marhuenda , La Gaceta de Dávila era la cueva donde se inventaba el mundo al margen del mundo. O algo así, no me hagan mucho caso. No es tan importante.

Lo cierto es que ha vuelto. Carlos Dávila ha vuelto a su redil natural aprovechando, quizá, que a la actual dirección de TVE le quedan cinco o seis manipulaciones más. Le han dado un programa no político, para que nadie se ponga farruco y critique la decisión como la de un cacique. Se llama El ojo clínico -he leído que gana 1.7000 euros por emisión, calderilla, mendrugos de pan comparado con los 600 euros por programa que llegó a cobrar cada día Mariló -. ¿De qué va? De enfermedades. La primera entrega se dedicó a la depresión. Así es. Ver a Dávila te hunde, sin remedio.