A diferencia de Alzira o Xàtiva, que fueron ciudades importantes antes de la Reconquista, Carcaixent, fiel a sus orígenes de aldea o conglomerado de alquerías, tiene en su nacimiento disperso el arranque de sus mayores gracias. Y tiene Aigües Vives.

Hoy sigue siendo la ciudad con muchas de las mejores alquerías y huertos del país (ya les conté de ellos); huertos enclaustrados tras muros de mampostería y mortero; huertos a veces civiles, urbanos, con palmeras, jardín añadido y otros aderezos; huertos que son ellos mismos un artificio notable, un logro de la cultura. Lo único que puede decirse es que la ciudad, propiamente dicha, no se queda atrás, y que, tal vez, es la más hermosa de las dos Riberas.

La naturaleza etérea y un poco prodigiosa (casi un don de la fortuna) que llegó a tener para nosotros el comercio naranjero, se nota apenas salir de la estación del tren (he ido en tren) y tropezar con el almacén de Ribera, colosal fantasía en ladrillo rojo que parece un templo de los seguidores de Zaratustra. Precioso: rebasa los cánones del modernismo, al que también pertenecen muchos de los más notables caserones de la burguesía naranjera que, asimismo, levantó el edifico del Banco de Valencia o el de la Séquia Reial (creada en el XVII). Tiene tres editoriales.

El toque de clase le venía de mucho antes. Hay edificios y palacetes de principios del XIX, o incluso anteriores, como el de la Marqueseta Antonia Talens, brava hembra y heroína en el combate contra Napoleón: la historia sólo puede sobrevivir como leyenda. Ya en el siglo XVI, cuando las moreras y los gusanos de la seda, y mucho trabajo de manos hábiles, le daban a la que todavía no era ciudad y tenía su parroquia en Ternils (una iglesia de Reconquista de verdad, con elementos románicos, los más meridionales que conozco), un relieve muy superior al que podría esperarse de lo que entonces se llamaba Horta de Cent y era un hábitat disperso y rural. Hasta los bares tienen estilo: La Cambra, Café de la Plaça?

La naranja lo fue todo, pero, a diferencia de otras poblaciones que en el tránsito de la economía agraria y mercantil a ésta de ahora que nadie sabe muy bien en que consiste (servicios, le llaman), no lo arrasaron todo.Aquí las marujas de ambos sexos no han logrado talar los preciosos plátanos del Passeig con la excusa de que lo llenan todo de hojas muertas. Ni se ha perpetrado ninguna fechoría irreparable en el Parque de Navarro Daràs, que sigue ahí con sus pirulos de ladrillo y azulejos que parecen motivos ornamentales de las barajas españolas de don Heraclio Fournier, y que me recuerda mucho el Parc de l´Estació de Sueca. En la Plaça Major, un bloque casposo eclipsa la magnífica iglesia. Si a los alemanes los han pillando trucando catalizadores, aquí una vez regularon el tráfico de fieles difuntos para hinchar el censo. No dije que nadie fuera perfecto.