Ruinas vivificadas por una restauración que se prolonga en un goteo tan lento como su desgaste y hundimiento final. Junto a uno de los templos, una hormigonera, el emblema de la heráldica contemporánea.

Obra, la Vall de Crist, de un infante real, sancionada por el rey Pere el Cerimoniós, tuvo desde su acta de fundación la máxima categoría. Y mucha industria. Ganados, panadería, hornos de cerámica, canales, acequias y, muy importante, vinos: su cartuja matriz fue Scala Dei, la del Priorat. Y el primer prior, Joan Berga, venía de la cartuja de Portacelli. De la Calderona a l´Espadà; de Catalunya al Regne de València.

El infante Martí creció al ritmo de la cartuja y también fue rey.

Vengo de Viver, me desvío hacia Altura un poco antes de Segorbe y, a la altura de la Cooperativa, tomo el camino de la Vall de Crist, que también es el de una de sus más famosas masías almenadas y fortificadas: la de San Juan. Toda la zona tiene un paisaje de privilegio, derivado tanto de su excepcionalidad natural „en las hoyas abrigadas hay naranjos y no parecen arrastrar mala vida„ como del trabajo humano.

Luego, haré el camino que lleva de Altura a Las Alcublas (las dos primeras posesiones de este priorato) pasando por la bellísima masía de Rivas y la Cueva Santa. La cartuja siguió acumulando señoríos, donaciones y herencias, que incluían bienes en zonas tan alejadas (entonces) como Sollana, Oliva, Xàbia o Manzanera. Además de la rectoría de Castelló de la Plana, que no era muy grande, pero era de una ciudad, con sus burgueses y mercaderes, poco dados a aceptar la férula monacal. Hubo conflicto.

El Cisma de Occidente se lo dieron hecho a la cartuja, protegida aún hoy por un vigoroso muro y un paseo de pinos gigantes, y el prior se inclinó por el papa de Aviñón. Incluso por Benet XIII, el maño del Arca de Peníscola, que no dio su brazo a torcer ni ante un batallón de diplomáticos y chupatintas de Francia y Roma. En la Guerra de Sucesión, el prior se inclinó por los perdedores: el Archiduque Carlos. Fue el primer abandono físico de la cartuja: por temor a las represalias. La malas apuestas formaban parte de su tradición: el inteligente Fra Bonifaci Ferrer, prior de Vall de Crist, preparó la primera edición, en parlar pla, de la Biblia y por poco no lo queman. Precocidad arriesgada: Lutero hizo la suya (en alemán) cien años después. Nuevos abandonos con la guerra del francés y la desamortización. Y ruina final.

En la Cova Santa se venera a una madre ancestral mucho más antigua que todos los dioses. Por su gestión, los frailes se pelearon hasta con el obispado de Segorbe. Vall de Crist respira según un pulso que no dudaría en calificar de espiritual, pero no es ascético, sino derivado de una vida ordenada y provechosa.