La Salzadella deriva su nombre del sauce (salze) y fue calatraveña y templaria, y antes dependencia de Blasco de Aragón. También es uno de los pueblos de la cereza, la fruta del amor y la escolástica, porque cuanto más comes, más quieres, y unas arrastran a las otras, enredadas como silogismos. Hay dos almacenes que laboran la fruta, pero vale la pena visitar La Salzadella en cualquier época, porque en la exótica Villa Méjico y en la plaza que lleva el mismo nombre encontraremos algunos de los escasos vestigios de nuestra cultura indiana, tan potente en Asturias, Galicia o Cantabria.

Los señores Montull y Molins hicieron fortuna en Méjico con las cerillas y nunca se olvidaron de su pueblo: pagaron la ordenación del Pla de la Bassa (una charca infecta), el pavimentado y el magnífico jardín de la plaza que surgió con la desecación, y hasta los veinticuatro bancos de piedra caliza de la mejor calidad que la completan, y que representan otras tantas empresas patrocinadoras.

Tenía La Salzadella una muralla que la cerraba por los cuatro costados. La buena noticia es que conserva dos portales y una cantidad considerable de lienzos del antiguo recinto, y entre la iglesia del XVIII, más alguna capilla y ermita, el pueblo tiene un patrimonio respetable.

Tampoco Vallivana anda corta de nombres ilustres, empezando por Benet XIII, el Papa Luna, aragonés de Peníscola y cabezón de marca mayor, que pasó por el santuario con todo su séquito, como hiciera Sant Vicent Ferrer, para encontrarse con el rey de Aragón, Ferran d´Antequera. El primer santuario fue plenamente gótico, pero la iglesia actual es muy posterior.

La dilatada romería que se celebra el primer sábado de mayo es mucho más antigua que las propias fiestas sexenales que Morella creó para agradecer la intervención de su patrona en un episodio de peste, según las crónicas. Pero las fiestas son del XVII, y antes había romeros y hospedería, y todas las fuentes son santas y Vallivana tiene dos. Esta Mare de Déu también es patrona de Picassent, por el afán expansivo de un cura de Morella que la sacó en procesión para frenar un episodio pestífero (aprovechando la experiencia acumulada), al parecer con buenos resultados, pues ya en el XVIII tenía ermita y la actual es de porte muy digno.

Tomo un cremadet en el bar de la hospedería (que también prepara muy buenas carnes: Tel. 964 763 176) después de disfrutar de los arcos, nervaduras y azulejos de la hospedería y de la iglesia, donde los óleos refieren, en lenguajes muy variables, algunos prodigios obrados por la Señora de Vallivana en el mar y la tierra. Salgo del santuario y veo, más allá de los bosques de carrascas que arropan las cumbres del Port de Querol, nubes de impetuoso desarrollo que se amontonan para dejar tan sólo un tenue aerosol.

Comer: Daluán

Morella. En el Carreró de la Presó, es un restaurante creativo pero serio, que ofrece una carta y unos menús sin competencia en la ciudad. Avelino Ramón sabe lo que se trae entre manos. 25/35 euros.Tel. 964 160 071.

Dormir: El Faixero

Cinctorres. Hotel con dos edificios en distintos estilos y tipos de alojamiento. Habitaciones modernas y espaciosas. 65/80 euros, la doble. Buen restaurante. Tel. 964 181 075.