La esa medina le encasquetaron, por detrás, una iglesia de la Purísima, descomunal, embutida en un cuadrado de calles que descienden a pico. Acantilados urbanos. Como en ciertos pueblos del territorio cátaro (Albi, por ejemplo), estas iglesias no pretenden seducir a las ovejas supuestamente descarriadas, sino intimidar, advertir. Pasillos aéreos (el mismo acceso a Calles es un viaducto sobre el Tuéjar que se estira en bonitas praderas, alamedas y zonas de recreo infantil y picnic), recodos y atzucacs, plazoletas con rosas amarillas y ropa tendida en el balcón, alguna vivienda troglodita encastrada en una peña y desniveles con barandilla. También hay calles más corrientes y hasta una agradable plaza con fuente urbanizada en los noventa, pero el rasgo de carácter, la originalidad de Calles es lo otro: el laberinto moruno, una plantilla urbana procedente de otro mundo al sur de Gibraltar, al este de Constantinopla.

El resto acata el mandato romano que introdujo estas tierras en Occidente, construyó el acueducto de Calles, tan bien emplazado que le toca un poco a cuatro o cinco términos. Roma ya usó las aguas termales, sulfatadas y magnésicas, del balneario de Verche, abierto al público. Es un establecimiento humilde, unos quilómetros antes de Calles, rodeado de pinos y con cierta gracia recia. Un poquito antes me desvío por el camino asfaltado (cinco quilómetros) al pantano de Loriguilla. A la mitad del recorrido, un ramal de la carretera invita a visitar los cañones del Turia, a los que se puede llegar por otra vía de algo más de dos quilómetros al pie de la presa.

La proximidad de la encantadora Chelva desdibuja un tanto los atractivos de Calles, que no son tan evidentes, aunque ciertos: la construcción ha mantenido algún pulso, incluso en estos años de atonía y en los alrededores crece una mesurada resaca de segundas residencias: todas estas villas sufrieron despoblación (y Domeño, además, desplazamiento), y algunos vuelven aunque sea en fines de semana y fiestas.

Hemos venido por los fastos organizados por una bodega que aprieta el acelerador del futuro. Visitamos viñedos que son de castas locales o importadas y que se extienden por el valle que cierran al fondo los picos del Remedio y Castellano. Una base, como de piezas de mecano, del Ejército del Aire y un nuevo camino (el de la Puente Alta) a los cañones del Turia. Probamos el vino nuevo y hasta un moscatel niño que sólo ha cogido cinco grados y es una golosina para las chicas.

A la salida de Calles se ve un cuadro precioso en el que encajan el Tuéjar retenido por un azud, un castillo arruinado, una plana de inundación, la famosa cascada y el cadáver insepulto del viejo Domeño oculto entre peñas. Iré.

€Comer

Bares

Capri: Villar del Arzobispo. Su especialidad son las raciones y tapas de producto muy fresco, de mar y tierra, aunque también tiene platos más rotundos, como los chuletones o el embutido. Servicio cuidadoso. 25/30 euros. Teléfono 962 720 218.

€ Dormir

Casas rurales

La aldea: Calles. Tres casitas nuevas y acogedoras, rodeadas de jardín y con restaurante de calidad al lado (el restaurante abre los fines de semana). Admite mascotas. 25 euros por persona y noche. Teléfono 665 545 305.