Turistas, peregrinos, coterráneos€ Son muchos aquellos que se asombran de la belleza que "la bien cercada", tal y como reza un verso del siglo XI atribuido a Fernando I de Castilla, encierra entre sus murallas, e incluso fuera de las mismas. Y es que conseguir una instantánea o uno de esos famosos "selfies" para el recuerdo, es algo más bien sencillo en Zamora.

También es conocida como "la ciudad del románico". No es casualidad, ya que se encuentra a la cabeza en el ranking de las ciudades de mayor número e importancia de templos románicos de España€ ¡y de Europa! Pero la capital impresiona no sólo por su románico, sino también por los lugares de bella factura que esconde entre sus calles.

Mejor acompañado

Una pareja pasea por el casco antiguo de Zamora

A pesar de no ser una ciudad muy grande, los planes en Zamora, y concretando los románticos, son innumerables. No hay nada mejor como salir con tu pareja y descubrir la magia de una ciudad que "enamora" y en la que puedes elegir entre un variado tipo de alojamientos con encanto.

Una buena prueba de esto se atisba en cualquier atardecer paseando por una u otra orilla del Duero, o bien contemplando una puesta de sol desde lo alto del castillo.

Desde su rehabilitación, los jardines del Castillo también son una buena opción a la hora de elegir un sitio por el que pasear con tu pareja, aunque también es un excelente lugar para hacer una conquista. ¿Qué pareja no se ha besado junto a la muralla?

Los hay que prefieren un poco más de intimidad, y aquí entra en juego uno de los miradores con más encanto de la ciudad. Escondido en el casco antiguo, encontramos un pequeño pero acogedor lugar desde el que contemplar un paisaje sin igual, con la grandeza del Puente de Piedra sobre el río Duero. Hablamos del Mirador del Troncoso, otro de los sitios emblemáticos y románticos donde los haya. Esa pequeña calle del Troncoso comunicando su mirador con la plaza de la Catedral se encuentra entre las más bellas de la ciudad.

Otra de las rúas más significativas y con más encanto es Balborraz. Esa pronunciada y estrecha bajada que se abre paso entre pequeñas casas y que conduce desde la Plaza Mayor de la ciudad hasta llegar a orillas del río Duero. Los farolillos que la iluminan cada noche le aportan un toque diferente y especial. Pero, año tras año, sin duda hay una noche de entre todas ellas en la que esta calle es poesía por sí sola. Las campanas repican a las doce en punto, dando entrada a un Martes Santo de solemnidad. Las luces se apagan y los cofrades de la Buena Muerte desfilan calle abajo, iluminándola con el fuego de sus antorchas ante una muchedumbre perpleja ante una situación inexplicable con palabras€

Margen derecha

Panorámica del Puente de Piedra de Zamora

Pero no todo queda en la margen derecha del Duero. Las vistas de la ciudad desde el Puente de Piedra no tienen desperdicio. Puente que data del siglo XIII y en el que podemos encontrar candados en sus barandillas de todas las parejas que sellan su compromiso ante la ciudad y tiran la llave al río, prometiéndose amor hasta que ese candado los separe, cual novela romántica.

Cruzando el puente, por la zona de San Frontis se encuentra, sin duda, la imagen por excelencia de Zamora. Esa panorámica que recoge la muralla del casco antiguo, las Aceñas sobre el Duero, la Torre del Salvador de la Catedral con su exclusivo cimborrio. Una vista muy románica y romántica donde las haya, y acompañada de la conocida playa de los Pelambres para los valientes que quieren darse un chapuzón en el Duero, aunque no sea un plan tan atractivo como las vistas que comporta el baño.

Todo plan romántico puede ir acompañado de una velada a modo de cena, para lo que Zamora ofrece un variado catálogo de restaurantes restaurantesen los que compartir cubierto con esa persona especial.

La provincia

No sólo la capital ofrece instantáneas dignas de admirar. Por toda la provincia encontramos lugares que hacen las delicias de todos sus visitantes. El Lago de Sanabria, con la impresionante vista ofrecida desde lo alto de las sierras que lo rodean y especialmente desde la localidad de San Martín de Castañeda; los Arribes del Duero, con la posibilidad de navegar por el Duero y descubrir los recónditos paisajes que esconde a su paso; el Monasterio de Santa María de Moreruela, a poco más de 30 kilómetros de la capital. Y así, un largo sinfín de lugares para descubrir.

Por todo ello, más que propicio es aquel dicho sobre la ciudad: entran llorando quienes no la conocen y salen llorando quienes han pateado sus calles€ de las cuales se acabaron enamorando.