Cambios, empezando por los cambios de dueño. Y siguiendo por el clima: pasamos de la lluvia escasa a la más mezquina aún. Platos de frontera: blat picat, gachamiga, gazpachos. Toda la línea de contacto del sur valenciano con Castilla está erizada de fortalezas, y las de la Foia de Castalla (y el Vinalopó) militaron del lado del pretendiente Borbón, lo que les valió títulos de lealtad con los que el vencedor trataba de halagar a sus huestes.

Pero estas viejas historias nada pueden contra el esplendor del mercado de los sábados en Castalla, emplazado en una zona nueva del pueblo, arbolada y de perspectivas abiertas. Aún alcanzamos los últimos robellones y granadas que tienen un volumen y color de derroche. Es inútil resistirse.

La calle Mayor de Castalla muestra un ayuntamiento señorial; a su lado, un fascinante palacio pendiente de reforma y muchas casas blasonadas. Subimos a la parte alta, donde también hay (como ocurre en Sax con la ermita de San Blas, sobre el solar de una mezquita) una església de conquesta: l´església de la Sang. Las visitas deben de ser organizadas, porque nos dan con la cancela en los morros.

Los castillos de Castalla y Sax son espectaculares, el de Sax tal vez un poco más cinematográfico por su emplazamiento, aunque los barrios nuevos, algo destartalados, desmerecen el conjunto. A pesar de las diferencias, Castalla y Sax (la una, valenciana de primera hora; la otra, incorporada con la adopción de las provincias como división administrativa) tienen muchas cosas en común: la población y el talento industrioso: a lo largo de varias décadas, el número de vecinos ha ido creciendo sostenidamente. Hay medios de vida. Sus dos iglesias nuevas están consagradas a la Asunción, y las dos son poderosas y bellas, quizá con más armonía y unidad estilística la de Castalla (gótica), pero esto es sólo una apreciación. Las altas sierras que rodean Castalla le permiten desarrollar unas masas forestales de cierta entidad, como en el paraje del Xorret de Catí (cota legendaria de la afición ciclista), donde es posible disfrutar del monte y hallar acomodo y mesa puesta, o andar libre por las sendas.

Hay muchas cosas en Sax que remiten a la fiesta, y allí la fiesta, como en Castalla, sólo puede ser la de Moros y Cristianos que orbita en torno al patrón San Blas (4 de febrero). Veo que una de las comparsas se llama Garibaldinos y se fundó tan sólo cuatro años después de culminar la unidad italiana, cuando el nombre de Garibaldi era un grito de hermandad con música de Verdi. La plaza Mayor está dedicada, para que no haya dudas, a la Constitución y es un hito del camino de Santiago del Sureste: la balsa de piedra que vio Saramago está imantada en dirección al océano por las crestas de Finisterre.