La Casa de la Cultura, que engloba la biblioteca, parece pensada para Atenas o Corinto. «Sólo se llena el día que actúa la banda de música», me dicen. El campo de enfrente fue de naranjos, pero hoy cultiva caquis. Sus hojas viejas aún tardarán en tomar el color del cuero joven. Al fondo, el Matamón, un pico con sonoridades de Himalaya, pero que es poco más que una colina. Si la Murta s´emborrasca / i el Matamón fa capell/ llaurador, veste´n a casa/ pica espart i fes cordell, dice el rico refranero meteorológico, que no es que se equivoque, pero suele tener una validez restringida. El tema de este año es la música. Un señor que fue cura me cuenta que en ninguna de las universidades valencianas hay cátedra de musicología.

También a mí me toca hablar de la configuración y las deformidades del rostro de la ciudad, o sea, del descubrimiento tardío del urbanismo y de las notas desafinadas de la partitura urbana. Hay una exposición de gastados instrumentos de viento y cuerda, de antiguas portadas de discos (valencianos y catalanes), cuando se llamaban elepés, y una sección de indumentaria dedicada al grupo de danzas Alimara, de banderas de banda€ El grupo de gentes letradas acepta disciplinadamente ser conducido por las calles del modesto, pero hermoso casco antiguo, con casas de gusto tradicional y mucho empaque, hasta la parroquia donde la coral de Benimodo (a la que ha vuelto el conocido pintor Rafa Armengol) interpreta un breve repertorio: el Bolero de Guadassuar, la Seguiriya de Carlet y el Himne de Benimodo: «Benimodo el blanc/ com un jardí en flor...».

Aquí, en esta antigua alquería mora, vivió sus últimos años el poeta Vicent Andres Estellés y aquí lo homenajeamos hace un par de años, en un sopar de l´orella popular, junto al Casinet Republicà (incautado tras la guerra) y la fuente decimonónica rematada por columna y capitel. Hasta me animé a leer versos míos. Estellés era un poeta caudaloso, amazónico más bien, pero se asustó cuando una pandilla de adictos a la berza destrozó su busto en Burjassot. No busquen la noticia en los archivos de Canal 9. La fechoría, pese a su notoriedad, no tuvo mucho eco.

Vuelvo al templo, que es de un barroco claro, limpio y repostero: serenemos el espíritu. Muy cerquita de allí se conserva la enorme campana que se desprendió del campanario durante la procesión sin que hiriera a nadie, prodigio que tiene muchos abogados, a juzgar por el número de santos y vírgenes que pueblan los retablos cerámicos de la villa. Uno de ellos lo encontraron, intacto, en un anticuario de Valencia: es la ventaja de tener como patrón a Sant Felip Benici, que era de Florencia.

Comemos en un gran salón junto a l´Alcúdia, allí donde estuvo la discoteca Isla y mis orejas pecadoras escucharon los aullidos nocturnos de las brujas germánicas Lene Lovich y Nina Hagen.