El municipio de El Rosal, en la provincia gallega de Pontevedra, tiene a un lado el río Miño, al otro costado el mar esta vez convertido en océano: el Atlántico, además de ser atravesado, casi en vertical, como si de una hermosa lama de chichillo húmedo se tratara, por el río Tamuxe.

Sobre esta tierra bendecida por el agua, de subsuelo granítico, pero con las características de un interior muy permeable, los visionarios y trabajadores monjes de Tui, del Monasterio de Oia, hace ya algunos siglos, comenzaron a transformar el paisaje para acercarlo a un sueño de paraíso cercano y como de andar por casa, donde no dejaron de lado la plantación y el cuidado de la uva. Los monjes, siempre sabios, tenían muy claro que el placer del vino nos acerca a las alturas más humanas.

Hoy "O Rosal", en ese hermoso idioma que es el gallego, es un mar de viña perfectamente ordenadas que de onda en onda, entre sus alturas y colinas, producen básicamente Albariño, Caino Branco y Loureira, las tres uvas prioritarias en la Denominación de Origen Rías Baixas.

Tierras de clima benigno y fertilidad evidente que dan matices muy personales a todos los vinos que allí nacen. Delicadas caricias que la tierra, el agua y el trabajo del hombre, honran la vid y nos producen regalos que se acomodan en el alma, donde permanecen en un abrazo tierno, amistoso y sensual.

ALTOS DE TORONA 2012 tiene alas. No solo en su botella, impresas, tal vez para advertir a quien se acerque hasta ella, de que algo singular y etéreo se encuentra en su interior, sino el que ese líquido brillante y pajizo, como un zagal a punto de romper la infancia y pasar a la juventud más desvergonzada, nos conquista la visión, pues nos regala algo que pocos vinos logran expresar, serenidad y paciencia.

Las alas, tal vez de ángeles caídos en ese paraíso creado ya hace siglos, que dieron paso a luces ingrávidas escondidas en el interior de las uvas que, cosechadas de manera separada, dan una sola conjunción. Un solo vino que en su delgadez se muestra poderoso en los aromas que desprende. Y como no podía ser de otra forma nos habla de frutas de nombre tropical y exótico, y como si voláramos en una alfombra, perfumes de rosa blanca acompañan su degustación. Los aromas del paraíso se muestran sin engaños en la degustación de un vino perfecto para los meses donde el calor nos sisita sin premura. Pero además su gran victoria radica en que su presencia se hace notar no como una ligera sombra repleta de curvas hermosas, sino con la golosidad de quien quiere quedarse en el placer y puede ratificar el logro en eso que llamamos estructura, otros cuerpo, y otros más románticos ser del vino.

ALTOS DE TORONA 2012 es una sorpresa que queremos que se repita, no que se vuelva cotidiana, sino que se torne amistad. Porque hay veces que los paisajes hermosos tienen algo de cansinos, pero aquí hay un esfuerzo muy consciente por llegar a concretar un trabajo, y esa intensidad de disfrute de quien realiza su obra la podemos saborear mientras nos bebemos el clima y el ser de una tierra donde a veces las nieblas tratan de ascender las laderas de las colinas. Pero aquí no llegan. Aquí la magia viene más por el imponente subsuelo que por el extraordinario paisaje. Así que al degustar esta luz alada un persistente aleteo goloso y de hembra poderosa nos asalta la conciencia del paladar y nos invita a levantar la vista de la copa y mirar el horizonte, el mundo, cercano o lejano, que con estos sabores en boca, se vuelve una contemplación clásica. Porque clásico es aquello que logra traspasar su propia temporalidad, y en estas gotas se encuentra detenido un tiempo para el disfrute.

El poeta Cernuda nos decía: "Si el amor fuera un ala.". Parte de ese amor está aquí, líquido, bebible, impresionando nuestros sentidos por volver a encontrar, nuevamente, la belleza.