Ahora que la dieta mediterránea está en boca de todos es buen momento para reivindicar un plato sano y mediterráneo: el pescadito frito. No es una novedad culinaria, los romanos ya lo incluían en sus menús, pero quizá ha quedado un tanto olvidado por tratarse de un frito. Hay que recordar que la denominación incluye los más variados pescados de tamaño pequeño: salmonete, boquerón, sardina..., enharinados y fritos en aceite de oliva. Pues bien, este clásico de la cocina no es sólo una especialidad culinaria con historia sino también un alimento muy nutritivo.

A las proteínas de alto valor biológico y el yodo que aporta la mayoría del pescado, hay que sumar una cantidad altísima de calcio si se trata de un pescadito frito que se consume con espina; vitamina A y D y ácidos grasos omega 3 si es un pescado azul, y vitamina E si se fríe en buen aceite de oliva.

Total, que el pescadito frito además de delicioso es perfecto para la salud de huesos y arterias. En cuanto a su energía, dependerá de cómo esté hecho pero, en general, 100 g no superan las 250-350 Kcal. Y no deben ser disuasorias, porque son tantas las virtudes de esta mediterránea especialidad que aunque aportara más energía valdría la pena incluirla en la dieta.

1-Para que la fritura tenga la menor energía posible, es recomendable que se realice con el aceite muy caliente, pero sin dejar que humee, y que una vez el pescado esté hecho se deje reposar sobre un papel absorbente de cocina.

2-Para que resulte más digestivo, lo mejor es acompañarlo con una ensalada de hojas verdes aliñada con una vinagreta. Cualquier frito entra mejor acompañado con vegetales crudos.

3-El mejor aceite para la fritura es el de oliva. Si además es extra virgen, ya es todo un lujo.