Están los que en verano renuncian a comer Bouillabaisse, Puchero, Fabada, Callos a la madrileña y otros guisos contundentes; dicen que mejor son los gazpachitos, ensaladitas, pipirranitas, (en verano los mentan en diminutivo) mientras se ponen morados en los chiringuitos playeros de grasosas paellas con todos sus tropezones. Así que tenemos dificultades para convencer a algunos a comer "cocidín": el Cocido Madrileño, que la veterana Berta sigue cocinando con primor cada viernes en su restoran Asturias. Y peregrinamos. Y salimos tan contentos. Y tampoco echamos en falta el melón con jamoncito, la ensaladillita rusa.

Nuestros vecinos saharauis beben té muy caliente para refrescarse; su vieja y sabia cultura no abjura de los platos calientes y comen a diario Cuscús: el contundente Cocido bereber. Resulta que si se calienta el cuerpo por dentro suda y luego se enfría. Los mejicanos, y muchos de los pueblos del trópico, se inflan a chiles y les va de perlas. Y aun hay gaznápiros que tragan coñac y demás aguardientes para combatir el frío, y consiguen lo contrario. Así que nos parece bien que las empresas que elaboran helados hayan anunciado, hace unos días, que van a emprender una campaña de marketing para que los consumamos todo el año en los restaurantes de Gran Canaria. O sea.

Nos telefonea desde Estocolmo nuestro viejo amigo Lennart Ulriksson; es una de esas llamadas de mantenimiento de la amistad, y nos habla del tiempo; se lamenta de que este verano -y el pasado, que lo sufrimos- las temperaturas han fluctuado entre los 25º y los 30º, y le chivamos que la media por aquí ha sido de 20. Así que le barrunto a ese fan de Canarias -ha venido 51 veces en 50 años- que en adelante los suecos seguirán viniendo en invierno. Y desde ya en verano. Se lo tomó a coña. Se carcajeó. Pero, qui lo ça?

La comida sueca nos gusta. Tras el boom turístico de los pasados años sesenta se estableció en la Isla una colonia de escandinavos; unos por matrimoniar, otros porque es más barato, otros, simplemente, para invernar. Disfruta hablando de aquellos ilusionantes años y añora sus restoranes de smorgasbord: bufés con arenques marinados, gambas del Ártico, salmón,... Pero aun puede desayunar en la numantina Casa Suecia; prácticamente, la única cafetería independiente de la Capital -el aeropuerto incluido- que ofrece el english breakfast y también la única que, a partir de las 12 horas, sirve platos bien suecos como Pitipana, Janssons Frestels, etc. Solemos acudir para merendar lo poco que aun ofrece de la famosísima pastelería danesa; si bien poco a poco ha dejado atrás gratificantes fruslerías como la leche del día; antes de Sandra, hoy de S.A.T. Quesos Flor Valsequillo. Privilegio que, prácticamente, gozan solo los grancanarios. Y no nos aburre su veterana decoración con una singular pintura mural indigenista vista desde la perspectiva de una artista nórdica. Decadente, nostálgica.

Ikea, conocedora de que los isleños comparten ya el paladar nórdico, mantiene una sección de alimentación en la que solemos hacer acopio de productos suecos; algunos tan sencillos como las galletas de pimienta y la Mermelada, la única que puede ostentar tal apelativo: de naranjas agrias o bigardes, sevillanas otrora. Tomamos una de aquellas, le ponemos encima una cucharadita de Mermelada y tras engullirlas apaciguamos el paladar con un buchito de leche fresca. Una golosina de Thor. Y gambas del Ártico desnudas, quesos, anchoas y arenques marinados, o con salsa de mostaza, o de tomate, o de curry, todos fríos. Y en el Mercado del Puerto, una dama sueca, Margareta Öster, y otra noruega, Anette Karlsen, convirtieron el puesto número 25 en otro "consulado" gastronómico: Tapas & Røkeri. Y nos hacemos con caballa ahumada, Gravlax, paté de hígado, albóndigas de reno. Adquirimos gambas del Ártico con "sus abrigos" (12,50 € el kilo y ½ kilo por barba) y en el super el sucedáneo de un pan redondo, típico para los canapés suecos, el de hamburguesas. Cubrimos con mayonesa las caras interiores del pan; después cada cual chupa las huevas de sus gambas, las desnuda y coloca sus dulzonas colitas sobre la Mayonesa. Una montaña. Sancochamos papas, y las espolvoreamos con eneldo finamente picado, ineludible guarnición para las anchoas y los arenques. Y hacemos huevos duros, los cortamos por la mitad y sobre cada yema depositamos una pellita de mousse de huevas de bacalao ahumadas (Kalles kaviar), que vienen en el formato de los tubos de pasta de dientes, y terminamos poniendo en la mesa-bufé caballa y salmón ahumados, queso de vaca sueco, y Gravlax -salmón marinado: para nosotros, la mejor receta del acantopterigio- y con la dulzona salsa de mostaza (lleva miel), que también venden Ikea y El Corte Inglés, rematamos la cena fría. ¡Ah! la bebida: lo típico es gélidos chupitos de snaps -Aalborg, por ejemplo- combinados con fría cerveza. Comida caliente para los bereberes, fría para los nórdicos. ¡Espectacular! que es tic en boga.