Lo vi. Fue un golpe de intuición. Lo juro por Toya, mamá de José Luis de la Guardia, familia en reposo de diplomático, actores ambos de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, la última gamberrada de Cuatro que maneja con su entregado estilo de taxidermista que no se pringa, aunque esté rodeada de mierda, Luján Argüelles. Digamos que Toya, una momia apenas restaurada para salir en la tele, es como una prima de Ana Botella, pero en basto. Para su hijo, como seguro que saben porque quizá vieron la exhibición en el estreno, quiere una mujer como ella, del PP, del Real Madrid, y católica. Perfecta, dijo la señora con cara de asco –cocinera, sí, decía de una de las pretendientas de su hijo, pero de fogones, hijo, de fogones-. Juro por Toya que intuí la presencia del absuelto Francisco Camps donde tenía que estar. En Intereconomía. Un gato más.

La exclusiva de la cadena ultra es un tanto por el que otras habrán peleado. Pero como es de agradecidos pagar las deudas, y este hombre, según el jurado popular, lo paga todo y a tocateja, agradeció el apoyo recibido visitando la gatera que tanto lo apoyó. Estaba feliz, dicharachero, ampuloso, envalentonado, meloso. El presentador le servía servil las preguntas para que el entrevistado se despachara a gusto. Y lo hizo. Y como programa fue tan previsible y aburrido que dejó de interesarme a los pocos minutos. Su futuro inmediato, dijo el no culpable invitado, es defender su tesis doctoral el 10 de este mes. Minucias. ¿Se arrepiente de algo?, preguntó el Antonio Jiménez más incisivo, mordaz, y meapilas. De nada, no me arrepiento de nada si las cosas se hacen con inteligencia – él las hecho muy, muy bien-. En mujer, es lo que desearía Toya para su hijo. Miau, miau.