Tras ganar la Biznaga de Oro en el último Festival de Málaga, todo el mundo sabe que Daniel Guzmán, un chico de barrio metido primero a actor y ahora a director, cuenta su vida en su ópera prima, "A cambio de nada", una película llena de verdad y emociones, que por fin le ha librado de fantasmas.

"Hay mucho de autobiografía; es mi primera película y sabía que me iba a quedar muy expuesto. Pero también me ha ayudado a encontrar respuestas y ver algunos aspectos de mi vida de otro modo, algo que me ha venido muy bien a nivel personal y profesional", confiesa Guzman en una entrevista con Efe, a cuatro días del estreno del film en salas.

Ha tardado diez años en sacar adelante "A cambio de nada", la historia de un chico que huye de su situación familiar buscando su lugar, "un viaje de maduración, conocimiento y aceptación personal". "Y es mi relación con la vida, con la amistad, con mi familia, con la adolescencia, con mi barrio...", advierte.

Guzmán, que en 2003 ganó un Goya por su cortometraje "Sueños", se ha rodeado de un equipo encabezado por dos actores debutantes, Miguel Herrán y Antonio Bachiller (mejor actor de reparto en Málaga), y un puñado de intérpretes de primera, como Luis Tosar, Felipe García Vélez, María Miguel o Miguel Rellán, a los que hay que añadir a Antonia Guzmán, su abuela.

"Cumplió ayer 93 años y no puedo explicar la fuerza que esto le ha dado (...). Lo que hemos vivido con ella es mágico; ni en mis mejores pensamientos podía anticipar lo que ha sido para todos", apunta el director, quien confiesa que ella esconde la única mentira de la cinta: no conduce.

Guzmán (Madrid, 1973) ha descubierto que sus padres vieron la película por primera vez en el Festival de Málaga. "Para mí fue un momento muy difícil, pero no hizo falta hablar: la película habla de nosotros mismos y ha conseguido conectarnos de nuevo. Eso es lo grande del cine y de compartir historias: que no hace falta explicar las cosas".

Al director le gusta el cine que "le descoloca", que "mueva su interior" y que transforme su manera de ver la vida, como "Haneke, von Trier, Winterbottom, el cine asiático, el iraní", y nombra "Nader y Simin", pero se pone a escribir y le sale "otra cosa", dice con humildad, sin llegar a creerse el reconocimiento que está teniendo su trabajo.

"Estoy muy inseguro, lo paso fatal, creo que está sobredimensionado lo que me está pasando".

"Al ser actor, cabezón y riguroso -se explica-, si no hago las cosas de verdad, creo que no puedo conectar con el público. Intento contar la verdad desde la sencillez".

Y así es como Guzmán invita al espectador a meterse en sus cosas, a través de un álter ego que ha resultado ser un potente espejo para una legión de chavales con los que, a diario, cualquiera se cruza en cualquier ciudad.

El actor debutante Herrán, un auténtico chico de barrio, conoció a Roberto, "el de 'Aquí no hay quien viva'", explica a Efe: "Hice las peores pruebas de 'casting' y ahora me veo aquí: gracias a él yo he salido de donde estaba y ahora puedo tener algo por lo que esforzarme y salir para adelante".

Bachiller afirma, por su parte, que él es "más normal": ha terminado sus estudios de cocinero y quiere retomar Arte Dramático.

"Estoy feliz, no me podía imaginar este final de viaje", concluye Guzmán, que ya escribe una nueva historia: una comedia canalla de corte social "que haga pensar".