"Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino del Festival de San Sebastián?" Sin duda Maribel Verdú, encantada como la pérfida madrastra de la "Blancanieves" de Pablo Berger y que se ha sentido cómoda en el universo de fábula porque, confiesa, en la vida le han "contado muchos cuentos".

"Me han contado muchos cuentos, pero ya se me han olvidado. Al final el mayor cuento que hay es el de la vida", explica en una entrevista con Efe Maribel Verdú, que en ese punto de convergencia entre los hermanos Grimm y Pablo Berger, entre las manzanas envenenadas y los toros, ha encontrado, sin decir ni una sola palabra y en blanco y negro, uno de los papeles más deslumbrantes de su carrera.

"Los cuentos son aterradores, pobres niños. Son muy tremendos, muy crueles", dice Verdú, quien lo ha pasado peor en todas esas historias que ella, con su labor de actriz, ha relatado al público que en esa vida en la que se ha sentido "una privilegiada".

Acostumbrada a personajes torturados, a dar el do de pecho llorando y sufriendo, ahora se ha sentido como una auténtica diva. "Para mí ha sido un disfrute. Acostumbrada a hacer de pobre, con pocos recursos... Para qué contarte, la Guerra Civil, chal, botas de borrego... De repente, días y días, venga pruebas... Me hicieron 18 vestidos y tocados, y pelucas y maquillaje", explica entusiasmada.

Suena a premio

Demostrada su habilidad para los personajes complejos en películas como "Amantes", "Y tu mamá también", "La buena estrella" o la que le dio el Goya, "Siete mesas de billar francés", Maribel Verdú vuelve a sonar a premio, pero celebra que esta vez sea con personaje sin trabajo emocional, sino realizar la mejor de las caricaturas.

"¿Perdona? ¿Profundización psicológica? No. Trabajo para divertirme, para disfrutar. Este papel ha sido el regalo mayor, el disfrute mayor. No te puedes imaginar cómo nos lo pasábamos de bien, cómo entramos en el código de Pablo Berger, que nos pidió cuatro cosas muy concretas", explica.

Berger le propuso el papel desde el principio, pero no le dio el guion, porque tenía que explicarle el atípico acercamiento al cuento de "Blancanieves", que a Verdú le pareció "una frikada maravillosa" y "un viaje en el tiempo, que te hace entrar y olvidarte del mundo, de esta bonita situación que estamos viviendo...", ironiza.

Y, pese a estar ambientada en la España de los años 20 del siglo pasado, Maribel Verdú sí ve conexión actual en su perfidia. "Es de profesión mala, nada más. Y lo único que quieres es ser mala y famosa. Salir en todas las revistas del corazón en la portada. Hoy querría estar hoy en todos los programas de prensa rosa", asegura.

"No tengo espejo, pero tengo manzana envenenada", explica, y reconoce que, pese a la larga tradición de villanas glamurosas en la historia del cine no se ha basado en nadie. "Ha sido una creación de cero con Pablo. Solo tenía que transmitir lo que él había escrito en el guion. Ser una mala peculiar, especial. Patética, pero muy divertida".