La parte más novedosa de la cinta surge de la relación que se establece entre la encantadora Marina y el diseñador gráfico Víctor, que han comenzado con intensidad una aventura amorosa que se promete muy reconfortante para ambos.

Lo curioso es que la misma es, en realidad, fruto de la ficción, concretamente de un guión que está escribiendo el argentino Pablo por encargo de un productor amigo, Andrés. Este último, al tanto de que Pablo vivió algunos años en Madrid, le ha pedido que sitúe la trama en la capital de España. Pues bien, esta historia alterna en la pantalla con la que el propio guionista está sufriendo con su pareja, Valeria, una pianista que atraviesa una crisis que ha llegado a los niveles de la ruptura.

Con el recurso de la voz en off, el espectador va entrando en la intimidad de estos personajes a través de las constantes eternas del género de la comedia, concretamente del esquema de chico busca chica, la encuentra, la pierde y, finalmente, la recupera. Sin renunciar tampoco a seres tan vinculados a estos ámbitos como los amigos íntimos de él y ella, que contribuyen a que entremos en los dominios de su amor.

Son elementos a veces bien manejados y que dan juego, si bien no reflejan en toda su dimensión el encanto y la imaginación exigibles. Tiene todos los instrumentos necesarios para ser una espléndida comedia romántica y algunos de ellos, además, resultan sugestivos y originales, pero lo cierto es que no logra llevar las cosas a buen puerto porque el relato se le va al director de las manos en demasiados momentos y no saca el partido oportuno de unos personajes sin la chispa necesaria y de unos diálogos ocurrentes solo esporadicamente.

Son las lógicas consecuencias de que estamos ante el debut en la dirección del guionista argentino Alejo Flah, que demuestra saber lo que se requiere para hacer una buena película pero que todavía no dispone en su arsenal de las armas necesarias para lograrlo.