Desaprovecha en parte el caudal de inspiración de la novela de Nick Hornby, titulada en España En picado y convertida en bestseller gracias, sobre todo, a sus espléndidas dosis de humor negro y por eso los resultados son algo decepcionantes y, desde luego, inferiores a lo que exigía una adaptación de este calibre.

Más acertado en sus películas anteriores, Los seductores y Llévame a la Luna, el realizador galo Pascal Chaumeil no ha logrado entrar de lleno en la dinámica de la historia y, muy especialmente, en el sentido de las imágenes y en el peculiar toque de comedia negra que pretende asumir de forma permanente.

Blanda y sin la vitalidad que sería de desear, algunos de los actores no contribuyen a que las cosas mejoren, concretamente Pierce Brosnan y Toni Collette, que han hecho trabajos mucho más inspirados. Rodada en parte de Canarias, los momentos que pasan en las islas los personajes pasan por ser los más desdibujados. El punto de partida es el intento de suicidio que lleva a cabo la noche de fin de año Martin Sharp, un profesional de la televisión inglesa caído en desgracia por un desafortunado caso de pedofilia. Ha elegido para acabar con su vida un edificio londinense que se ha hecho famoso, precisamente, por la cantidad de personas que lo eligen para este siniestro objetivo. Por eso no es sorprendente que cuando está a punto de lanzarse al vacío coincida con otras personas que están en su misma onda.

Se trata en concreto de tres, una madre soltera con un hijo discapacitado que se siente abandonada, una joven de 18 años a la que ha abandonado su novio y un repartidor de pizzas que dice sufrir un cáncer sin posibilidad de operación. Al verse todo ellos en la misma tesitura optan, al menos, por retrasar su determinación hasta el día del año más proclive a matarse, el día de San Valentín.