Traslada con irregular fortuna a la pantalla uno de los libros más leídos del país vecino, el clásico de Gustave Flaubert Madame Bovary, llevado al cine en diversas ocasiones y que ha tenido en la versión de Vincent Minnelli de 1949, con Jennifer de Jones de protagonista, su película más popular.

En este caso ha sido una mujer, la francesa Sophie Barthes, la responsable de la adaptación, una labor que no permite conectar de lleno con el personaje y su contexto y que no muestra la verdaderas coordenadas dramáticas de una mujer apasionada que se entregó de lleno al amor y que llegó a entregar su vida por ello.

La actriz Mia Wasikowaka, de la que está también en cartel Alicia a través del espejo, ha hecho un esfuerzo plausible para arropar a un ser único y singular sin encontrar en ocasiones las piezas idóneas. Segundo largometraje de la directora, tras Cold souls en 2009, la cinta comienza con la muerte de Emma, fruto evidente de la desesperación y de sentirse traicionada por unos amantes solo la han utilizado como vehículo sexual.

La consiguiente vuelta atrás nos lleva hasta el día en que contrae matrimonio con un médico rural, Charles Bovary, con quien presume de haber encontrado el gran amor de su vida. Desgraciadamente, se percatará muy pronto de su error, fruto sobre todo de que está junto a un hombre ausente y nada cariñoso, con el que no comparte nada y que ni alivia el terrible aburrimiento del entorno en que viven ni la complace en la cama.

Un panorama que facilita el camino a que Emma viva sucesivos e intensos romances con apuestos vecinos sin que su marido parezca preocuparse del tema. Lo más grave es que Emma debe asumir una operación económica que la deja en la ruina sin que nadie le ayude a salir adelante. Es el momento en que el drama alcanza su punto culminante, aunque sin mostrar los verdaderos cauces del mismo. Falta autenticidad, pasión y alma y sobra un factor romántico que tiene mucho de artificioso y nada convincente.