A veces en el cine, aunque parezca paradójico, la suma de dos no supera, contrariamente a lo que sucede en la aritmética, los resultados de uno solo y esta película, un thriller vasco con una base argumental demasiado tópica, es un buen ejemplo de ello.

Dirigida por Javier Rebollo y Alvar Gordejuela, tanto uno como otro brillaron a mayor altura cuando trabajaron por separado y así lo demostraban en 'Lo que se Lola' y 'El muerto y ser feliz', en el caso del citado primero, y en 'La buena hija', en el del segundo. Aquí los defectos brotan de unos diálogos esquemáticos y muy socorridos, sin capacidad de convicción, y de unos personajes que, sobre todo al principio, están muy acartonados y no desprenden la naturalidad necesaria.

La primera media hora, de hecho, es decepcionante y no justifica la reacción de algunos de los protagonistas, especialmente de un Fran que denota por sus actos un comportamiento propio de un psicópata y hasta de un asesino en serie. El relato, es cierto, experimenta una leve mejoría en la segunda mitad, que coincide con el paso a un segundo plano de Fran, una vez se han expuesto las supuestas claves de su comportamiento, y su sustitución en primera fila por Klara, una atractiva agente de policía que se mueve con bastante soltura en los casos criminales de compleja solución.

A pesar de que no hay un tratamiento idóneo de la trama y que algunos de los giros que vemos en la historia están un tanto forzados, por lo menos se diluye esa artificiosidad que emanaba en principio de los fotogramas. Rodada en euskera, de ahí su título de Txarriboda , aunque la versión original solo se exhibe en el País Vasco, este producto policíaco responde a los inequívocos esquemas de un cine de serie B.

Eso sí, los escenarios naturales de Vizcaya componen un decorado realmente atractivo, aportando a la cinta una cierta vitalidad que se echa de menos en los interiores y en el ámbito urbano, pese a que estos últimos contemplen algún insólito plano en picado.