Es, con mucho, la película más rigurosa y exhaustiva que se ha hecho sobre el ídolo del rock de los años noventa Kurt Cobain y la única, además, calificada de autorizada. Ello ha permitido la colaboración de las personas más vinculadas al cantante del grupo Nirvana, especialmente de su madre y su esposa, y que se saque a la luz una considerable cantidad de material inédito, en concreto grabaciones en formatos de cine de su infancia y escenas de su biografía animadas.

Además de iluminar aspectos de su pasado desconocidos, se conocen a fondo las claves que definen su personalidad y las causas que le llevaron a entregarse primero a las drogas, entre ellas la heroína que fue la que más daño le hizo, y después a suicidarse de un tiro en la cabeza cuando apenas tenía 27 años y el nacimiento de su hija Frances parecía que abría un camino a la ilusión y a la esperanza.

En sus 132 minutos se hace patente el magnífico trabajo del director y su capacidad para describir el entorno humano, familiar y social de Kurt Cobain. El documentalista Brett Morgen es un notable cineasta que fue nominado al Óscar al mejor documental de largometraje en 2000 por On the ropes y que ganó el Hugo de Plata en el Festival de Chicago en 2007 por Chicago 10.

Su labor, desde luego, alcanza aquí el punto más alto. Y es que, aparte de recrear la forma en que se entregó a la música y de plasmar momentos de muchos de sus multitudinarios conciertos, penetra en estancias íntimas del personaje que justifican su marginación, la falta de amor que sufrió en su niñez y adolescencia y el que viera en las drogas la única forma de evadirse de una odiosa realidad. Sin dejar de lado su condición de poeta, a menudo de los sórdido y de lo escabroso. Si las entrevistas con el padre y la madre de Kurt revelan buena parte de sus frustraciones, las de su madrastra añade un toque de crueldad evidente. Pero son las palabras de su esposa, Courtney Love, las que mejor definen a un ser que se convirtió en mito.