Es intrascendente y sus ambiciones no rebasan apenas el nivel de la comedia en ocasiones divertida que explota la fórmula clásica del grupo de amigos cincuentones que se citan para hacer un viaje en yate y acaban enzarzados en viejas discusiones y golpeados por una fuerte tempestad. A pesar, sin embargo, de estas limitaciones sería un error despreciar una película que no sólo no convoca el tedio sino que saca a la superficie temas y cuestiones que resultan jugosas.

En fin, que el director Olivier Baroux, responsable de ´Quiero ser italiano´ y de cinco títulos previos no vistos en España, sabía en alguna medida lo que llevaba entre manos a la hora de citar a seis personas, tres hombres -Richard, Gilles y Philippe- y las tres mujeres con las que viven, en un precioso yate para disfrutar de una semana de navegación rumbo a Córcega. Les acompañan exclusivamente el responsable de la seguridad de la embarcación y una cocinera.

Lo mejor de la cinta se concentra en la primera mitad, en los momentos más amenos del viaje en los que todo parece estupendo y el humor y el buen rollo privan entre el grupo. Es verdad que ya se ha marcado un punto de referencia y es el hecho de que Richard, el anfitrión del viaje, ha llegado con su nueva novia, 20 años menor que él y después de haber roto con su esposa tras dos décadas de unión, pero no parece haber afectado gravemente a la convivencia. Tanto es así que los mayores inconvenientes fluyen de la actitud siempre negativa de Astrid, la pareja de Philippe, que solo ve el lado malo de las cosas.

No obstante, el cuadro general del relato modifica por completo sus componentes cuando el fenómeno meteorológico hace acto de presencia. Entonces la coincidencia de una serie de factores, sobre todo el tono cada vez más tenso de las conversaciones, los inevitables accidentes y la irrupción tremenda del viento y de enormes olas configuran una tormenta perfecta.