Lo más positivo, con mucho y que hay que valorar como se merece, es que nos regala por momentos al mejor Pedro Almodóvar, al peculiar y brillante cineasta manchego que nos dio títulos como Mujeres al borde de un ataque de nervios, Todo sobre mi madre y Volver, pero que estaba sumido en una innegable crisis de creación en los últimos años, que tocó fondo con el ejemplo evidente de Los amantes pasajeros.

Aquí, con la inspiración en el guión de relatos de Alice Munro y, sobre todo, con la recuperación de su pulso dramático retoma las fuentes originales de su obra y absorbe lo más significativo y personal de la misma. Lo hace, naturalmente, con un drama claramente femenino que saca a la luz por un lado cuestiones como el dolor que provoca la ausencia del ser querido, en este caso de la hija, y por otro ese complejo de culpabilidad que se traduce en amargura y en terrible soledad.

Aunque uno echa de menos, sin duda, la espontaneidad y el sentido del humor que incluso en sus más intensos dramas emergía de sus fotogramas, no puede negarse la sustancial mejora que experimenta su sintaxis en una cinta que denota rasgos notables de madurez al respecto.

La historia comienza en el Madrid de nuestros días, aunque se remonta 30 años, para contar la angustia de una mujer, Julieta, que sufre el tremendo trauma de no haber visto a su hija en los últimos 12 años, cuando la abandonó sin motivos aparentes. Repasamos sus momentos felices en los años ochenta, desde que conoció al pescador Xoan y vivió con él un bello romance, hasta que dio a luz a su hija Antia y compartió con ella una hermosa convivencia.

Y ya en el terreno del drama se vuelca en la huida de la hija adolescente y en los efectos letales del silencio. Con una narrativa que va de menos a más, hasta el punto que la cinta termina cuando más interés despierta, Almodóvar sabe controlar tanto la temperatura de la trama como de sus personajes, dotando a todos ellos de una dimensión humana considerable.

También acierta el realizador a la hora de elaborar el casting, que sin ser extraordinario sí cumple con creces lo que se le exige en un ámbito en el que nadie discute su autoría y su capacidad. Así, tanto Emma Suárez como Adriana Ugarte, que son Julieta joven y madura respectivamente, están en su punto, destacando del resto a Inma Cuesta.