La palabra es un poderoso soberano que, con un pequeñísimo e invisible cuerpo, realiza empresas absolutamente divinas». Cita Miguel del Arco el Elogio de Helena de Gorgias para descubrir a las primeras de cambio la intención que anida en su Juicio a una zorra (texto y dirección): «Todos sabemos que la historia depende de quién la cuente», de modo que «hemos querido jugar a cambiar el punto de vista: Una de las mujeres más famosas de la historia y, posiblemente, una de las más vilipendiadas, reclama el derecho a elegir las palabras que conformen su historia».

La zorra es Helena de Troya, y su encarnación terrenal, la popularísima actriz Carmen Machi, que hoy, viernes, llega a Paterna (Gran Teatro Antonio Ferrandis) para representar en función única un monólogo que solo ha recibido encendidísimos elogios desde su estreno en el Festival de Mérida.

¿De verdad que no habrá oportunidad de verla en Valencia?

El comienzo de este espectáculo fue un poco extraño: se concibió para el Festival de Mérida únicamente, pero el caso es que desde entonces se empezó a abrir una gira que, afortunadamente, no deja de ampliarse, lo cual es una bendición en los momentos que vivimos, la verdad. A mí me encantaría ir a Valencia, pero no sé si será posible.

Juicio a una zorra. Si esta Helena es una mujer sufriente que se reivindica ante la historia, ¿no es ella quien juzga?Juicio a una zorra

Sí, pero es que ironiza con esto. De hecho, se presenta con todos los adjetivos que se han dicho sobre ella: zorra, puta, adúltera, traidora... Y le dice al público: Se dice que yo soy esa. Ahora voy a contar por qué se supone que lo soy. Después de escucharme, juzgadme vosotros. Además, Miguel del Arco ha escrito un personaje inteligente, y, como tal, tiene mucho sentido del humor, que ella utiliza para poder soportar su propia desgracia, su propio dolor. Esto la magnifica más, si cabe, y ahí cabe también ese juicio a una zorra: es ella quien lo dice.

Traslada la idea de que lo que nos cuentan tiene poco que ver con la realidad...

En varias ocasiones, Miguel del Arco, el autor, se pregunta por boca de Helena quién escribe la historia. Creo que aquí está la almendra. La historia siempre ha sido escrita por hombres, y, en este caso, para el mal de Helena. Ella define muy bien las razones por las que los poderosos hacen las cosas: Por qué hacen la guerra, por qué dan razones absurdas y echan balones fuera... Por qué acusan a esta mujer, cuya única culpa era ser muy hermosa... Helena le hace entender a la gente que todas son razones espurias. Miguel del Arco no se ha inventado nada, lo que Helena cuenta es lo que pasó.

Una desmitificación de las versiones oficiales, y desde el extraño punto de vista femenino. Dicho de otro modo, contra la falsedad del poder, que además es macho.

Exactamente. Pero tampoco hay que malinterpretarlo en este sentido, porque no es una obra feminista. Helena es hija de un dios y, por lo tanto, es eterna. Pero es inmortal en la memoria del ser humano por las cosas tan terribles que hizo. Tan terribles como abandonarlo todo por amor... Sin ser feminista, desmonta la historia, desmitifica a los héroes, los hace de carne y hueso, terrenales. A Helena, como a tantas mujeres, como a las mujeres en general, nadie le preguntó nunca qué opinaba, por qué actuó de determinada manera. Esto es, precisamente, lo que ella explica en la obra. Cuenta lo que pasó y cómo lo vivió ella. Esto es lo interesante, porque fueron hombres poderosos los que jugaron con ella, los que manejaron a su antojo a una niña a la que un señor muy mayor, Teseo, ¡violó y dejó embarazada con 9 años! Cuando ella lo cuenta, le quita a la historia la venda de los ojos, el esparadrapo de la boca, y la dejar hablar por sí misma, no inventa nada.

Tanto dolor debe de ser agotador emocionalmente...

Sí lo es, sí. A mí me ocurre algo que no me había pasado de un modo tan fuerte como actriz. Lo que se va contando es muy doloroso y yo tengo la sensación de estar completamente poseída por Helena de Troya en ese dolor suyo. Como actriz, a veces tienes que fabricar las emociones, porque de otro modo no llegan. Bien, pues a día de hoy en ninguna función de esta obra he tenido que fabricar el dolor, siempre llega. Esto supone un esfuerzo emocional que a veces me deja un poquito tocadita... Y doy fe de que a veces también le ocurre al público, que siente una gran empatía con el personaje, porque está hablando de emociones, de sentimientos: rabia, dolor, amor, muerte, vida, sexo... Habla de primera mano de cosas que reconocemos, y es muy interesante lo que ocurre con el público.

Pero ahora parece que gran parte del público solo quiere divertirse...

Desde luego, la situación es crudísima. Pero también mi situación es extraña, porque las cosas que hago en Madrid llenan. La verdad es que la gente acude muchísimo al teatro, y además mucha gente joven; es esperanzador que se renueve el patio de butacas. Y este es un gran espectáculo, con un texto muy brillante. El autor y director, Miguel del Arco, también es un gran reclamo, está en un momento dulce. Todo ayuda. Pero no sucede así siempre, la realidad es mucho más terrible, hasta el punto de que las giras van a dejar de existir por culpa de la crisis. El propio Miguel del Arco tiene una función que, desde mi punto de vista, es la función del año, Veraneantes, nominada a 14 Premios Max, y han tenido que suspender la gira porque no pueden mantenerla. A ver si con esta hay suerte y antes pasamos por Valencia.

Dice que usted llena en Madrid. Pero también será consciente de que hay una marca Machi creada por la televisión...

A veces, no siempre, encuentro a espectadores que asocian a la actriz que van a ver, a mí misma, con un rol diferente al que interpreto en la obra. Acuden al teatro pensando que lo van a pasar muy bien, que se van a reír... Y se sorprenden mucho, pero se quedan y disfrutan. Esto significa que tenemos una sociedad extraordinaria, porque sabe ver y sabe digerir. Luego, unos podrán expresarlo y otros no, pero, curiosamente, todos salen con ese puñetazo en el estómago y con esa invitación a reflexionar. Esto es el teatro.

¿Pero le molesta el que exista esa marca Machi

No, en absoluto. Para mí no tiene nada de negativo, y si no lo tiene para mí... Para empezar, está bien que haya gente que acuda al teatro porque estás tú, aunque en principio crea que va reírse. Sé que esto ocurre, aunque no es buscado en absoluto. Yo soy muy afortunada como actriz, porque siempre he hecho lo que quería hacer y porque me gusta cualquier tipo de gente y cualquier tipo de medio, aunque lo que más he hecho en mi vida es teatro. A mí no me han metido en una especie de saco que me impida hacer lo que quiero. La gente tiene todo su derecho a conocer lo que conoce, como tampoco yo voy a dejar de hacer ciertas cosas porque la gente espere otras. Yo tengo mi camino. El que quiera, que se suba conmigo, y el que no quiera, que no se suba. Ambas cosas me parecen muy bien.

Volviendo al Juicio a una zorra

No, a mí me gusta empezar a tener el personaje cuando entro en el escenario. Si te lo esperas, no te viene el dolor. Yo siempre trabajo con la palabra, hasta el punto de que ni siquiera me gusta documentarme, salvo lo justo. Trabajo mediante la observación: en la retina están guardadas las cosas. Y sobre todo con la palabra, porque en la palabra están todas las emociones, incluso en la forma concreta que tiene cada una de ellas, en el ritmo: la música es lo que te da un pellizco en el estómago, y eso no ocurre antes de salir a escena.

La palabra como algo orgánico...

Exactamente, así es. Las palabras golpean. Pues bien, con esa arma tienes que jugar, porque es lo único que te une con el espectador, y más en un monólogo. El mismo golpe que las palabras me dan a mí, tienen que dárselo a él, y si no, algo estás haciendo mal.

¿Y qué pasa con la televisión?

Yo la televisión la abandoné hace mucho, hace cuatro años. He ido de visita... En 2008 dejé Aída, en la que estuve diez años con el personaje, y antes todavía más en Siete vidas. Me fui porque creía que se había cerrado una etapa, como así fue, y nunca más he tenido un vínculo con la televisión.

¿Ni lo espera...?

No, no, para nada.

¿Ha quedado harta?

En absoluto. Es lo que decía antes, que en lo que se refiere a Aída cerré una página de mi vida y ya está. No tengo nada contra la televisión, me gusta mucho. También en este momento la televisión está mal, no se va a producir nada nuevo de ficción. Y, de todos modos, yo, como todos mis compañeros, somos eso, actores, no actores de televisión. Lo digo porque ocurre algo muy curioso, y es que mucha gente, cuando te ve en la televisión, no te considera un actor, te considera un personaje. En cambio, cuando haces cine y teatro, sí eres un artista. Es increíble, no lo entiendo, porque la televisión es muy difícil de hacer, es difícil mantenerse... Es muy complicado y muy agotador. La comedia, en general, es muy agotadora. También pasas muchas horas en un plató, con un personaje, eres muy popular..., y eso es más lo que te hace irte. No el trabajo en sí, porque a los actores nos gusta mucho nuestro trabajo y nos gusta trabajar. No tiene nada que ver ni con el medio, ni con el personaje, ni con el hartazgo... No hay traumas, simplemente, llegó un momento en que dije hasta aquí, como también lo dije con obras de teatro. Mi relación con la televisión es estupenda.

Pero no hace mucho que hizo una miniserie...

Sí, Rescatando a Sara, para Antena 3. Rodamos en mayo del año pasado, pero no ha salido todavía. Hay muchos problemas... Está basada en un hecho real sobre un matrimonio entre una española y un irakí, y el secuestro de la hija de ambos por parte de su padre después de separarse. En un permiso de fin de semana, en plena guerra de Irak, el padre se llevó a la niña, y la madre tardó tres años en recuperar a su hija. Es una historia terrorífica, maravillosa de hacer, pero muy dura, durísima. Esa también me dejó un nudo en el estómago, porque además conocí a los personajes reales.

¿Cuándo podremos verla?

Ni idea. Antena 3 tiene muchas cosas guardadas en el cajón. Algún día saldrá...

Hay también una película...

Sí, La estrella. Rodé en septiembre-octubre y tampoco sé cuándo se estrena. Es muy bonita, aunque también un poco dura: hago de madre de una mujer maltratada. Y espero empezar a rodar otra cosa en junio, en Madrid y, probablemente, fuera de España.

¿Algo más?

Todavía es pronto...

Hace muy poco que el Gobierno desveló un buen puñado de tijeretazos, entre ellos los referidos a la cultura...

La repercusión será muy mala, fatal. Lo único que podemos hacer es diseños de producción diferentes, cooperativas... Es que, si no, desapareceríamos. Lo que no hay que hacer es quedarse quieto, esperando que todo se solucione, porque no hay solución posible. Los que estamos en el teatro sabemos de los recortes desde hace mucho más tiempo, porque esto viene de atrás. Lo que pasa que lo de ahora es tremendo. Pero el teatro está muy vivo y no se lo podrán cargar, es el eterno moribundo. Y lo del cine también es terrible, hay muchos proyectos que se han parado totalmente.

Una anécdota, para terminar desengrasando. ¿Qué hay sobre su ascendencia italiana de un abuelo que entró en España por Valencia?

Ah sí, es muy curioso, mi bisabuelo vino de Génova y entró en España por Valencia. A ver, mi apellido es muy valenciano. Yo digo Machi, pero allí es Machí. Es más, creo que hay un pueblo en Valencia donde todo el mundo se apellida Machí. Me enteré cuando fui con otra obra, quizá La tortuga de Darwin, y no me lo podía creer, yo decía que eran todos primos míos. Vengo de una familia de artistas, y una de mis tías, que era bailarina, estaba harta de que le pusieran Machín y se quedó Machi.