El 20 de octubre de 2011, Euskadi Ta Askatasuna (ETA) anunciaba el cese definitivo de la «actividad armada». Pero hoy, cuatro años y diecisiete días después, la profunda herida moral causada por medio siglo de violencia sigue supurando. Se comprobó otra vez hace una semana, cuando la exetarra arrepentida Carmen Gisasola aseguró en San Sebastián que todavía está pendiente «una reflexión crítica sobre lo ocurrido», tanto por parte de los «autores directos» de los atentados, como de «la izquierda abertzale, por su responsabilidad política».

Gisasola se acogió en su día a la denominada vía Nanclares (por la prisión de Nanclares de Oca, Álava) tras su expulsión de ETA por repudiar atentados terroristas como el asesinato de Miguel Ángel Blanco. La misma y controvertida vía Nanclares en la que tuvieron lugar los llamados encuentros restaurativos, reuniones que, durante los años 2011 y 2012, celebraron exmiembros de ETA arrepentidoss y sus víctimas, directas o indirectas, con preparación previa e intervención de mediadores.

El drama teatral La mirada del otro, segunda parte de la «trilogía sobre Euskadi, la memoria colectiva y la convivencia» creada por la compañía teatral Proyecto 43-2, se perfila precisamente alrededor de esos encuentros restaurativos. La obra se representará mañana, sábado, en Espai Rambleta, a partir de las ocho y media de la noche. Inmediatamente después, se celebrará una mesa de debate, dentro del ciclo #FactoríaRambleta, con participación de Pepa Bueno (periodista, directora de Hoy por Hoy, de la Cadena SER), Maixabel Lasa (viuda de Juan Mari Jauregi, asesinado por ETA en 2000), Txema Urkijo (asesor en mediación y cultura de paz, y excoordinador de la política de víctimas del Gobierno vasco) y Borja Ventura (periodista, autor de Guztiak „Todos„, libro sobre el final de ETA). Mariola Cubells, directora de relaciones institucionales de La Rambleta, moderará el diálogo.

Chani Martín dirige en La mirada del otro a los actores Pablo Rodríguez, Ruth Cabeza y María San Miguel, creadora esta última de Proyecto 43-2 y quien nos explica ahora los pormenores de la compañía teatral y de la obra que estrena en Valencia.

Proyecto 43-2. ¿Por qué?

Por las coordenadas geográficas del árbol de Guernica, símbolo de las libertades vascas. Pero para nosotros también es el lugar en el mundo donde ocurren las historias que contamos, aunque podrían pasar en cualquier otro sitio.

Una compañía vallisoletana. ¿Alguna relación con el País Vasco?

Yo soy de Valladolid. También hay actores y compañeros vascos, aunque actualmente no viven en Euskadi. Todo surge porque en mi casa siempre se ha hablado mucho de de política y yo siempre he tenido interés por estos temas. Pero en 2006, en la universidad, conocí a Eduardo Madina, y ese interés aumentó. Pensé que algún día yo contaría en el escenario lo que él decía allí. Después, en la Escuela de Teatro, conocí a mi mejor amiga, que es vasca. Hablamos mucho de todo esto y, un poco inconscientemente, decidí arrancar con el proyecto a raíz de mi tesina, que versa sobre el teatro como herramienta pedagógica y de memoria, aplicándolo a un caso práctico: el conflicto vasco. A esto se unieron después una serie de circunstancias personales: conocía a otros amigos vascos, gente que se tuvo que exiliar...

Ha dicho que empezó de manera un tanto inconsciente. ¿Por qué?

Porque fue un poco casual. Yo quería contar esto desde 2006, como he dicho, pero se ha convertido en algo muy importante en mi vida. Trabajo todo el día en ello, sigo investigando... Me he dado cuenta de que necesito hablar de ello y dar a conocer lo que ha pasado. Al fin y al cabo, no tiene que ver sólo con ETA, sino con el cómo la incomunicación y la violencia afectan al comportamiento del ser humano.

La mirada del otro es la segunda parte de una trilogía. Pero aquí no hemos visto la primera, justamente titulada Proyecto 43-2...

Todo ha sido muy difícil. Con la primera parte hicimos una gira muy pequeñita. Éramos una compañía desconocida y además cuesta mucho que los programadores se decidan por algo relacionado con el terrorismo y con la memoria de este país. Ahora estamos aprovechando que esta segunda parte ha tenido muchos más apoyos, nos conoce más gente... El año que viene queremos terminar la trilogía hablando sobre la identidad, y entonces hacer las tres. Pero las tres partes son independientes entre sí.

Hay todavía mucha resistencia a hablar sobre estas cuestiones. ¿Les ha afectado a ustedes?

Desde luego. Con el primer montaje ya he dicho que sólo pudimos hacer una gira pequeñita e incluso sufrimos directamente algún tipo de censura. Pero con éste, con el segundo, también estamos teniendo problemas: no nos salen, ni mucho menos, las funciones que creo que deberían salirnos por el interés del tema y la calidad de la propuesta.

¿Dónde sufrieron censura?

Precisamente, en mi tierra y la de Pablo Rodríguez, en Valladolid. De hecho, allí todavía no hemos actuado. Ahora vamos a ir a Medina del Camp y esperamos poder ir también a Valladolid. En Euskadi también nos cuesta mucho entrar. Yo creo que tiene que ver con que la gente ha sufrido mucho y necesita hablar de otras cosas. Pero también porque la política ha manchado mucho este asunto. Unos y otros han jugado con él porque daba muchos votos.

El problema de la memoria...

Claro. Vivimos en un país en el que históricamente, no sólo ahora, cultivamos el olvido, cuando necesitamos justo lo contrario, reflexionar y enfrentarnos a las cosas para evitar que se vuelvan a repetir.

Su método trabajo se basa en un proceso de investigación previo. ¿Se llevan muchas sorpresas?

Empezamos con una investigación de campo con dos facetas, una documental y otra de entrevistas personales, y desde ahí se aborda la escritura de ficción. ¿Sorpresas? Desde luego, hasta el punto de que incluso hemos cambiado de opinión en algunas cosas. Hemos descubierto, por ejemplo, que todo está lleno de grises. Para mí, hay una frontera mediática y política de Euskadi hacia adentro y hacia afuera. Y también desde Madrid. Esto hace que se nos presenten las cosas en blanco y negro, sin matices. Pero toda la sociedad ha sufrido mucho, incluso los que han ejecutado la violencia. Puede parecer terrible decirlo, pero el hecho es ése, que ellos también han sufrido.

¿Es eso equidistancia entre terroristas y víctimas?

No, no se trata de plantear un término medio. Nosotros jamás vamos a justificar la violencia para defender ninguna idea. Yo ni lo entiendo ni lo justifico, y además me parece abominable. Pero eso no quita que haya matices en otro orden de cosas. Por ejemplo, con La mirada del otro hemos conocido las condiciones del sistema penitenciario español y no cumplen lo que dice la Constitución.

¿Puede concretar?

Lo que se refiere a la reinserción...

¿Y el acercamiento de los presos a Euskadi?

Ahí no me voy a meter, porque eso es política pura y dura. Pero si estamos en un proceso de paz... Ya he dicho antes que todo esto ha dado muchos votos. Si se apostara por el diálogo, que es lo que propugna nuestra compañía, las cosas cambiarían. Yo creo que es posible, pero quizá les no convenga a algunos.

La mirada es siempre política. ¿Cuál es su sesgo ideológico?

No hay duda de que nosotros hacemos teatro político, lo que no hacemos es teatro de partido. Pero sí tenemos una posición muy clara: apostamos por el rechazo absoluto de la violencia, por el diálogo y por la memoria.

Su propuesta teatral se basa en el diálogo con arrepentidos de ETA ¿Esto les ha llevado... no digamos a justificar, pero sí a comprender su proceso intelectual?

Hemos comprendido que el contexto en el que se vive y las circunstancias personales y familiares pueden llevar a que cualquier persona normal haga cosas que ni siquiera había imaginado. Somos capaces de lo mejor y de su contrario. Quizá si hubiéramos hablado con etarras no arrepentidos habría sido diferente, porque no habríamos tenido empatía, pero los disidentes con los que hemos tenido la suerte de hablar han hecho un viaje moral muy grande y complicado.

¿Y las víctimas?

También, desde luego.

¿No habrá sido más complicado el viaje de las víctimas?

No creo que sea cuestión de balanzas. Son complicados e incomparables. Imagínate lo que es el que maten a tu padre o a tu marido, logres superarlo y tengas ganas de contribuir a una sociedad mejor. Hay que ser muy valiente y muy generoso para escuchar y hablarle a un terrorista. La gente que ha hecho eso es superhumana, yo no sé si sería capaz de hacer ese viaje.

La conversación nos lleva de una manera natural hacia el final de la obra, a intentar saber si hay más cosas que nos unen o más que nos separan...

Exactamente. Desde luego, yo creo que hay muchas más cosas que nos unen. Al final se trata de seres humanos encontrándose. Esto es lo que nos contaban las víctimas y los mediadores, que los seres humanos se encuentran cuando se miran a los ojos y ven que son esencialmente iguales, aunque hayan hecho viajes muy diferentes.

¿Qué habría que hacer para pasar página de una vez por todas?

Hay que hacer memoria y hablar de todo huyendo de los falsos relatos. Hablar de todo lo que ha pasado: de la violencia de ETA, sí, pero también de la violencia de los GAL... De todo, para que no vuelva a ocurrir nunca.

El suyo es un proyecto artístico y pedagógico. ¿Qué parte pesa más?

Creo que están bien equilibradas. Tenemos un espectáculo de calidad y que hace pensar. Y además tenemos los encuentros con el público. La parte pedagógica va destinada precisamente a eso, que la gente piense y se ponga en la piel del otro. Pero nosotros somos artistas y cuidamos muchísimo esa faceta.

Muchos, significativos y conocidos nombres en esa mesa del encuentro. ¿Siempre es así?

¡Ojalá! No, esto sólo ocurre en ocasiones especiales como esta de Valencia, gracias a que La Rambleta ha puesto mucho interés y mucha fuerza. Estamos muy agradecidos, porque además esta será nuestra primera actuación en la Comunidad Valenciana.

Hay que ir terminando y no hemos hablado de La mirada del otro desde el punto de vista de la dramaturgia.

Es una construcción, una ficción a partir de los testimonios reales que hemos tenido la suerte de conseguir. Yo siempre trabajo así, por eso el trabajo previo de investigación. Todo lo que se dice en la obra forma parte de la realidad. Evidentemente, ha habido una selección de material. Porque incluso sucedieron cosas tan fuertes en los encuentros restaurativos que superaban a la ficción. Los desechamos por inverosímiles.

¿Por ejemplo?

Pues que la víctima y el victimario se den un abrazo al final del encuentro. Esto ocurrió realmente, pero no lo hemos trasladado a la obra porque pensamos que el público no se lo creería. Construimos la dramaturgia con el máximo respeto por lo real, dentro de una ficción verosímil.

¿Por cierto, a qué alude exactamente la palabra ´restaurativo´?

A la justicia restaurativa, que busca el acercamiento de las partes en conflico y el resarcimiento de los daños causados...

¿Con quiénes hablarton en Nanclares de Oca?

No, en la cárcel no hemos entrado, porque el sistema penitenciario de este país... Pero tuvimos la suerte de que Txema Urkijo, que para mí es uno de los hombres de la paz de este país, también impulsor e ideólgo de los encuentros, es amigo. Gracias a él hemos conocido a muchos protagonistas. En cuanto a los disidentes de ETA, hemos hablado con uno que estaba ya fuera de la cárcel y con otros tres que pidieron permiso y fueron a Éibar.

¿En relación con el público, ya ven algún resultado constatable de su propuesta?

Pues sí. El noventa por ciento del público no conocía la existencia de los encuentros restaurativos y sale emocionado y sorprendido al enterarse de cosas que han sucedido y de las que no tenía ni idea. Esto le lleva a preguntarse cuánto más no le han contado de toda esta historia. Creo que cuando se despiertan esas preguntas en el público, nosotros cumplimos nuestro objetivo.?