Es obvio que son muchos los factores que puntúan, pero mientras no se demuestre lo contrario, el nivel de un festival no se mide por la comodidad del recinto, sino por el contenido del cartel. Flaco favor se le ha hecho al Deleste desde su nacimiento comparándolo cada dos por tres con modelos (en activo o desaparecidos) de los que se encuentra a años luz por presupuesto, selección de artistas y capacidad de convocatoria, cuando quizá resulte más pertinente subrayar su singularidad en un contexto tan precario (pero tan lleno de palmeros) como el valenciano, especialmente en las ocasiones en que no se conforma con reunir un puñado de nombres habituales de la zona media de festivales de mayor envergadura y apuesta por asumir riesgos, objetivo que se diría obligatorio en su caso, ante la evidente imposibilidad de crecimiento que implica la circunstancia de su celebración en un espacio cerrado.

Y si en anteriores ediciones se le pudo achacar al Deleste un cierto conservadurismo autocomplaciente, en 2015 hay motivos para aplaudir su programación, que recupera la cuota internacional (obligatoria para postularse como propuesta diferenciada) y abre su abanico estilístico en direcciones insospechadas para un evento de sus caracterísiticas, que ha logrado consolidarse en un periodo de tiempo muy breve, gracias a su admirable capacidad para vender el producto que ofrece y aglutinar a un sector muy determinado de público, que tiene escasas oportunidades a lo largo del año para sentirse moderno y en la onda. Conseguirlo, al tiempo que mantiene su carácter netamente valenciano, no deja de ser un mérito. De hecho, las dos grandes bazas nacionales del cartel son de la tierra. Por un lado, La Habitación Roja, que tiene disco nuevo a la vuelta de la esquina, pero continúa celebrando dos décadas de trayectoria. En el festival lo hará por todo lo alto, ya que no solo se esperan sorpresas en su concierto (cuando juegan en casa, los amigos no faltan en el escenario), sino porque repetirán en la matinal del sábado (con repertorio diferente, basado en las versiones), en una sesión de puertas abiertas en la que compartirán protagonismo con el joven Ramírez. El Deleste llevaba años tras el quinteto local, y una vez ha logrado incluirlo en el cartel, le ha sacado partido, ya que también fueron los protagonistas (en formato acústico) de la rueda de prensa de presentación del festival e incluso jugarán un importante papel en la paella que se cocinará en la segunda jornada, sin olvidar que su presencia en un festival sin grandes reclamos de carácter masivo es también una garantía a la hora de vender entradas.

Indie y «cant d´estil»

La otra gan baza autóctona del cartel goza de una fama comparable a la de La Habitación Roja, pero en un ámbito muy diferente. Tanto, que se puede calificar de riesgo su inclusión en el Deleste. En los últimos años, Pep Gimeno ´Botifarra´ ha conseguido que el cant d´estil valenciano esté en boca de todo el mundo, dando una inesperada difusión a un género tradicional cuya idiosincrasia no podría estar más alejada del hipsterismo. Sin embargo, coincidiendo con los nuevos aires que se respiran en la ciudad, el ubicuo cantaor irrumpe con fuerza en un festival que quizá no sea su marco natural, pero tampoco necesitaba dar justificaciones sobre su presencia (la comparación con artistas roots americanos), porque cuando se suba al escenario demostrará, como hace siempre, que es un artista mayúsculo, un animal de directo, y que su conversión en imparable fenómeno de masas está justificada. Una apuesta valiente, que no debería toparse con la condescendiente sonrisa irónica de ese talibanismo indie, tan arrogante como cateto, que es incapaz de disfrutar sin prejuicios de músicas que no encajen en sus estrechos cánones estéticos (recuérdese la estúpida polémica por la inclusión de Julieta Venegas en el FIB).

Trío internacional

Como se ha comentado, este año hay que celebrar que el Deleste vuelve a incluir bandas internacionales. Y más si el paquete lo encabezan los estadounidenses Low, formación clave de la escena slowcore de los noventa que llega al festival con nuevo álbum bajo el brazo, Ones and sixes. Un LP en el que el trío formado por Alan Sparhawk, Mimi Parker y Steve Garrington recurre a perezosos beats sintéticos que le permiten explorar nuevas dinámicas sonoras, lo que aporta aire fresco a una banda que, no obstante, mantiene los elementos (tempos lentos, arreglos minimalistas, juego entre la voz masculina y femenina) que la hacen única.

No puede decirse lo mismo de los franceses Exsonvaldes, que visitan la ciudad con frecuencia. Ya estuvieron en La Rambleta en octubre de 2013, regresaron un año después a La 3 y ahora repiten de nuevo. Practican un pop inofensivo, con aliño sintetizado y producción de Alex Firla (Phoenix, Air), que ha tenido su plasmación más reciente en Cyclop, un EP grabado con la vocalista española Helena Miquel (recién salida de Delafé y las Flores Azules).

El tercer nombre internacional del Deleste es el de Mike Krol, que hace escala en Valencia camino del Primavera Club. El músico de Los Ángeles, al que algunos han comparado con Jay Reatard por su sonido heredero del garage rock, acaba de editar Turkey con el prestigio sello Merge, tras dos álbumes anteriores que hicieron subir su cotización como la espuma.

La guarnición

El resto del cartel se reparte entre propuestas habituales en la zona templada de los grandes festivales, que van del alt-rock noventero de las jóvenes Mourn al surf de espíritu cowpunk de Los Tiki Phantoms, pasado por el synth-pop retro de El Último Vecino, el free rock de Perro, el metal con esquirlas post-rock de El Páramo, la introversión de Tulsa o McEnroe, el folk psicodélico de La Familia del Árbol...

En total, menos de una veintena de conciertos, repartidos holgadamente en dos jornadas, que permiten disfrutar de todos los grupos del cartel sin solapamientos ni agobios. Una ventaja que, desde luego, no se pueden permitir otros festivales.

La Rambleta.

Viernes, 23 y sábado, 24 [19 h.]

Web: delestefestival.com