Una confesión: En este instante no sabemos qué imagen de Juan Echanove es la buena. Quizá la de aquel tipo de la derecha, sonriente y lampiño. O puede que la de este otro de aquí arriba, orgulloso y exultante en Mérida, de tan rizados cabellos como los que encumbran al Aristófanes imaginado en dibujos y esculturas... y gracias, porque, cuatro siglos antes de Cristo, Joseph Nicéphore Niépce todavía no había inventado la fotografía, luego nadie ha inmortalizado de manera fiable al comediógrafo ateniense.

Ya está dicho, no sabemos con qué Juan Echanove estamos. Lógico, por otro lado, si hablamos con él por teléfono... Dificultosamente, además, por culpa del estruendo que produce la fricción de los neumáticos contra el pavimento de alguna autopista vizcaína.

Echanove nos dice que ve Bilbao por la ventanilla. Conduce camino de Avilés, del Centro Niemeyer para ser exactos, en cuyo auditorio se va a representar su último y sonadísimo éxito como director teatral, La asamblea de las mujeres, del mencionado Aristófanes y según la versión que firma Bernardo Sánchez.

Son las once y media de la mañana. El artista madrileño todavía no ha comido. Nos informa de que lo hará ya en tierras de astures. Y nos deja literalmente de piedra cuando concreta: «En el chiringuito Güeyu Mar, de mi amigo Abel» [Abel Álvarez Alonso]. ¡Chiringuito, tiene guasa este Echanove...! El restaurante Güeyu Mar está en la mismísima playa de Vega, en Ribeseya/Ribadesella: bogavuelos (bogavantes), andariques (nécoras), pixín (rape), santiaguinos, pulpu del pedreru... ¡Qué hambre, por dios! Urge ponerse serios, pero con Aristófanes no hay manera desde hace la friolera de veinticuatro siglos muy muy largos. Y con esta versión de La asamblea de las mujeres, menos aún. Aristófanes, trufado con el carnaval y las chirigotas de Cádiz, ¡ahí es na! ¿Ponerse serios? Difícil no, va a ser imposible. Pero, en fin, habrá que intentarlo. Por la salud...

Si las mujeres mandaran...

Bueno, no sé, muchas cosas... Sería muy distinto a cuando mandan los hombres. Siempre que mandaran desde parámetros femeninos, claro, no como Angela Merkel o Christine Lagarde... Algo así como Michelle Bachelet en Chile, por ejemplo.

Pero Bachelet no deja de ser una excepción, ¿no? Quizá sea más una cuestión de ideología que de sexo...

Bueno, no lo sé. Me planteas cosas de telediario... Yo lo que he puesto en escena es una farsa que trata estas cuestiones cuatro siglos antes de Cristo.

¿Qué contaba don Aristófanes por aquel entonces?

Venía a decir que con una ciudad destruida como Atenas, la crisis era tan brutal o más que ahora. Entonces, plantea una farsa en la que reclamaba el poder para las mujeres, aun cuando él era bastante misógino. Porque lo que pretendía era, precisamente, utilizar esa farsa para terminar ridiculizando a la mujer en el poder.

Pues a eso íbamos antes, a intentar hincarle el diente a la tremenda actualidad de esta obra tan antigua.

Sin duda, porque es notorio que ahora, en el año 2015 después de Cristo, y pese a que ha llovido tanto, todavía estamos en una crisis en la que Grecia sigue sin tener apenas participación femenina en las instituciones. También está..., bueno, estamos en guerra, aunque sea financiera, de mercados. De manera que la situación que estamos viviendo después de tantos años no ha cambiado tanto. Esto es lo que yo, de alguna manera, he pretendido poner en esta obra en clave de farsa.

Pues no deja de ser curioso que alguien como usted haya elegido a un autor tan conservador...

Aristófanes era un autor bastante pendiente de su éxito y de la competitividad con sus compañeros dramaturgos, con lo cual siempre pretendía hacer un teatro enormemente popular. De todos los dramaturgos griegos, sin duda alguna, era el más celebrado en el ágora. Yo decidí hacer esta obra porque, desde que la leí la primera vez, vi que podía conectarse perfectamente con la realidad actual, y no sólo la de Grecia, ojo: a ver si pensamos que porque nosotros estemos ahora en una islita, con un cocotero, un poco de agua y un pájaro en la mano, ya estamos en otro mundo... Yo creo que no. Creo que nuestra situación es enormemente quebradiza y precaria. Y hay que mirar lo que pasa en Grecia, porque, ojalá que no, pero igual un día nos levantamos y nos encontramos con que todo se nos va otra vez al garete. Si eso ocurre, empezaremos a pensar de nuevo para qué nos vale esta Europa en la que vivimos.

Ese es el escenario de su asamblea de las mujeres...

Tiene muchísimo que ver en el fondo, porque toda la función se desarrolla en un espacio escénico que en realidad es una moneda de diez céntimos. Ese es uno de los problemas que también se reflejan en la función, y es que en realidad no vivimos en un continente, vivimos en una moneda... O sea, que estamos como estamos porque dependemos de una moneda.

Se podría decir que viene a Sagunto con el éxito asegurado: La asamblea de las mujeres ha batido todos los récords de espectadores en un festival como el de Mérida, lo cual no debe de ser nada fácil...

Desde luego. Han visto el espectáculo más de treinta mil personas en diez funciones. ¡Y en la 61 edición!

Incluso ha batido el récord de Concha Velasco con Hécuba...

Sí, sí, ha sido increíble. Mira, el día del estreno interrumpieron la función con aplausos en cuarenta y nueve ocasiones. ¡La función duró veinticinco minutos más de lo que dura!, es algo inaudito, de verdad.

También contribuirá mucho al éxito la participación de tres mujeres muy mediáticas...

Sí, pero no sólo es eso. No son tres mujeres las que trabajan en la obra. Son cuatro mujeres y cinco hombres. Además de Lolita, María Galiana y Pastora Vega, también están Pedro Mari Sánchez, Luis Fernando Alves, Concha Delgado, Sergio Pazos, Bart Santana y Santiago Crespo. El trabajo de todos ellos es fundamental. Y también el que las preguntas que yo me hago se las plantee el espectador, no ya a través de la risa, sino directamente de la carcajada, porque esta función es trepidante.

¿Con qué criterios eligió el reparto de la obra?

Intuición. En concreto, el tema de Lolita surgió cuando estaba trabajando en ella, todavía sin reparto. Jesús Cimarro [productor] me comentó que ella le había dicho que le encantaría hacer Mérida y trabajar conmigo. Lo demás, ya digo, por intuición. Como todo, por otra parte. Ya decía José Luis Alonso que el noventa por ciento del éxito reside en la elección del elenco.

Ya. ¿Entonces, qué mérito se reserva para sí mismo?

¿Yo? ¡Ninguno, ninguno! Yo no tengo ninguna responsabilidad, a fin de cuentas sólo soy el director...

O sea, que, por pasiva, se queda usted con todo el mérito de los numerosísimos éxitos de su carrera como actor...

Bueno, no, vamos a ser serios o nos volveremos locos... La responsabilidad del director es total. Todo lo que sale en el escenario depende de él. Cuando me dirigen a mí, soy la persona más disciplinada y que más trabaja a favor del director. Yo considero que en el teatro la figura del director es primordial hasta el momento del estreno, y a partir de ahí ya son los actores los propietarios del montaje.

Volviendo a La asamblea de las mujeres. Música original, carnavales, chirigotas de Cádiz...

Sí, lo bonito es que todo confluye en un carnaval chirigótico de Cádiz. La lucidez y la brillantez de los gaditanos en el carnaval tiene mucho que ver con lo que planteaba Aristófanes. La función incluso se cierra con un número musical, un pasodoble de Javier Ruibal [autor de la música original del montaje].

¿Estará usted en Sagunto?

No creo que pueda.

¿Proyectos? Seguro que una persona inquieta como usted no para...

Bueno, yo soy un vago vocacional, pero tengo que pagar el colegio de mi hijo... No, no voy a frivolizar sobre eso: Me voy quince días de vacaciones; luego, haré otra temporada de Cuéntame, y, en el Centro Dramático Nacional, dirigido por Gerardo Vera, una adaptación de Los hermanos Karamazov [la última novela de Dostoyevski].