El Centre del Carme expone a partir de hoy la muestra "Shangri-La", en la que se recogen medio centenar de obras del artista valenciano Horacio Silva inspiradas por su estancia en Pekín, que han resultado en la exposición "más importante" de su vida.

Con cuatro años de producción de obras, ya sea en acrílico o en mixto, Silva busca ofrecer con esta exposición una entrada a un espacio utópico que se basa en el paraíso imaginario de Shangri-La ideado por James Hilton en la novela "Horizontes Perdidos", que invitaba a sus lectores a la búsqueda de la felicidad soñada a través de la introspección, el aislamiento y la búsqueda interior.

Y esta experiencia es precisamente la que vivió Silva en sus últimos viajes a China, donde el artista relata haber hallado su propio Shangri-La.

Ha explicado que estuvo en una galería de Pekín, que antes había sido un polígono industrial dedicado a la producción de armamento y "que se convirtió en un centro de galerías que estaba abierto los 365 días del año y completamente dedicado al arte".

Ese lugar estaba, ha continuado, "rodeado por estudios en los que pude disfrutar de la felicidad interior y el aislamiento, aquello era Shangri-La, y allí es donde desarrollé el embrión de esta exposición".

"Pero Shangri-La no es un lugar físico concreto", ha explicado, "sino que Shangri-La también es el Carmen, o mi estudio. Es todo el proceso de búsqueda de la felicidad y desarrollo del trabajo artístico".

El viaje se convierte así en insignia de la exposición, que según ha señalado Silva, no se basa ya en el destino, sino en "la ruta personal y el tránsito hacia lo único, el destino de la utopía que es el viaje al interior".

En este sentido, el director-gerente del Consorcio de Museos de la Comunidad Valencia, Felipe Garín, ha subrayado que "lo que importa aquí es el cambio de ambiente por el que pasa el artista, que crea un contraste y le hace entrar en un proceso de maduración por el que podemos disfrutar de obras figurativas y abstractas".

Entre las obras más destacables se encuentra un gran formato de dos metros alto por tres de largo que el artista ha llamado "Autorretrato", si bien la obra no permite ver su rostro y, en su lugar, está presidida por sus manos.

"Las manos son bajo mi punto de vista la parte más importante del cuerpo del ser humano, porque con ellas construimos el mundo. Es con las manos con lo que escribimos, con lo que pintamos, con lo que creamos", ha explicado.

Sin embargo, el artista se ha declarado enemigo de los significados cerrados, y ha afirmado que "el significado lo crea aquel que mira".

"No me gusta dejar nada definido, porque lo que para mí significa una cosa luego puede significar otra. Con el arte lo que hay que hacer es interpretar y emocionarse", ha resaltado.

El colofón a la obra llega con la sala en la que se expone, la Ferreres, ya que como explica Garín, exponer ahí "supone un cierre en el ciclo de Horacio, ya que es aquí donde se formó y donde enseñó a otros, e incluso llegó a ocuparla", en referencia a las pinturas que el artista realizara cuando la sala quedó vacía durante unos años, tal y como hicieran Uiso Alemany o Vicente Peris.

"Además, es una sala que no se come a la obra, pero que no deja de ser potente y fuerte, y de hecho, Horacio ha hecho parte de sus obras pensando justamente en su ubicación", ha añadido Garín.

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