Desde que se produjo la eclosión festivalera en España, hace ya algunos años, no han faltado las voces reclamando para Valencia un festival urbano de cierta entidad. No es que la ciudad lo necesitara, pero por pedir, que no quede. La cercanía geográfica de lugares como Benicàssim (FIB y Rototom), Borriana (Arenal), Benidorm (Low) o, desde este año, Port de Sagunt (MBC) podían desaconsejar la idea, ya que la zona está saturada de propuestas de ocio similares. Desde otros sectores se ha apuntado que el Ayuntamiento nunca había ofrecido facilidades para celebrarlo con objeto de evitar, dicen, el macrobotellón asociado a este tipo de eventos, pero al final la Ciutat de les Arts i les Ciències, que ya acogió durante varios años el MTV Winter Festival (previo pago de un millón de euros de dinero público a los organizadores), volverá a convertirse en escenario de una cita musical de gran aforo, el recién nacido Festival de les Arts, que para no desentonar con el resto de propuestas de corte similar que salpican el saturado mapa estatal, apuesta por un cartel artístico sin riesgo, reiterativo y carente de imaginación.

Un planteamiento fácil y rentable que no resulta extraño, teniendo en cuenta que tras la operación se encuentran los responsables del Arenal Sound. De hecho, de la casi treintena de bandas que conforman el cartel del festival, una docena repetirán en Borriana este próximo verano. Casi la mitad de las que participan. Es un recurso que los propietarios de varios festivales utilizan para conseguir algunos artistas: Se les ofrece más de una fecha para garantizar su presencia y, de paso, impedir que actúen en eventos de la competencia.

El objetivo es vender varios miles de abonos y tener a la chavalería el máximo tiempo posible dentro del recinto (que para eso patrocinan las marcas de bebida), así que los principales reclamos del festival son los grupos de indie mainstream que monopolizan la atención del público joven en los últimos tiempos.

Sota, caballo y rey

Porque los nombres que encabezan el cartel son los de las bandas internacionales, pero quienes se encargan de tirar del carro son Lori Meyers, Supersubmarina, Dorian, Izal, Second, La Habitación Roja, León Benavente o Jero Romero, que en algunos casos llevan muchos años copando la programación de los festivales sin que a los asistentes les preocupe demasiado. Y quizá es un factor que se debería tener en cuenta cuando se censura la clonación de carteles. Si la gente responde, debe ser que no se ha cansado de ver lo mismo temporada tras temporada. Otro asunto sería plantearse por qué se ha llegado a tal situación. Si tiene algo que ver el hecho de que los principales medios de la escena independiente no dejen resquicio a otras propuestas musicales. O si, en el fondo, el conformismo de la sociedad en otros ámbitos encuentra su lógico paralelismo en los hábitos de consumo cultural. En cualquier caso, es lo que hay, aunque por ese mismo motivo parece superfluo insistir por enésima vez en las circunstancias particulares de cada una de las bandas citadas. La Habitación Roja continúa celebrando sus dos décadas en activo, mientras que Dorian también están de conmemoración, con el espectáculo Diez años y un día.

En una segunda línea del pelotón nacional (el más nutrido del festival, como también suele ser constumbre en eventos de este cariz), se sitúan artistas de perfil medio y muy diverso interés, que fluctúan entre la energía desatada de Triángulo de Amor Bizarro, Nueva Vulcano o Toundra a la nulidad de Hinds, pasando por nombres propios como los de Núria Graham, Anni B Sweet, Bigott, La Bien Querida, Carlos Sadness o Joan Miquel Oliver. Además, Mishima, Delorean, Mourn, Full y Delacruz.

La legión extranjera

Si en los festivales de cine se alcanza la categoría "A" consiguiendo el estreno de grandes títulos firmados por directores de fama mundial, en los de música se podría establecer un sistema comparativo que otorgaría tal nivel a aquellos que apuestan por cabezas de cartel internacionales de gran nivel y en exclusiva. En ese sentido, resulta obvio que el Festival de les Arts no juega en esa liga. Las estrellas son españolas, y el resto funcionan como estimulante relleno, aunque el perfil de los grupos escogidos se ajusta bastante al de sus homólogos locales.

Es el caso de The Sounds, derivativa banda sueca que no inventa nada ni en su imagen (sonido new wave con rubia al frente, como Blondie). Junto a ellos, los ingleses Is Tropical y Everything Everything, que para no perder la costumbre, también estarán en el Arenal Sound, por donde ya pasaron en 2014 The Wombats. En todos los casos se trata de bandas de liviano discurso musical y vocación hedonista, con las dosis justas de efervescencia y melodías de efecto inmediato para poner al público en movimiento, en unos casos con algo más de guitarras y en otros de sintetizadores.

También desde Inglaterra, los sobreexpuestos The Wave Pictures y su refrescante pop con reminiscencias afro y el trío de Southampton Band of Skulls (o la versión más fashion e inofensiva del garage) completan una alineación internacional que, basicamente, cumple el expediente.

Jornada profesional

A imagen y semejanza de otros festivales (con el Vida como evidente modelo directo), se ha organizado en Las Naves un día previo bautizado como Les Arts Pro, que no está restringido a profesionales, porque en realidad no es una jornada profesional, sino un cajón de sastre al que se puede acceder con el abono de fin de semana. Incluye conciertos de los portugueses Paus y grupos valencianos como Jupiter Lion, Thee Vertigos, Polonio, Rainwood y Chlöe´s Clue, además de exposiciones de diseño, diversas charlas sin hilo conductor común y los ubicuos food trucks (el modo moderno de denominar al puesto ambulante de comida de toda la vida). Una buena manera de ampliar las actividades del festival a otra zona de la ciudad.

El menú está servido. Ahora es cuestión de lo que prefiera el estómago de cada uno.

Ciutat de les Arts i les Ciències.

Del 4 al 6 de junio.

Web: festivaldelesarts.com