Diría Félix Rodríguez del afluente que el ornitorrinco es una especie de mamífero semiacuático endémico del este de Australia y de la isla de Tasmania, allá en las antípodas, donde la gente camina del revés. Y diría que su apariencia es engañosa, pues se trata de un mamífero ¡que pone huevos! y es venenoso, lo que desconcierta a los biólogos de bien. Si bien el lector debe saber que hasta principios del XX se lo cazaba por su piel, actualmente está protegido en todo su ámbito de distribución. Si no en letra, al menos en sinfonía de sí mismo, pues Ornitorincs es también el nombre de la compañía que el 8 de abril estrena en el Talia (hasta el 19) la comedia 'Muerto en el acto'. Y un muerto hay, desde luego, en escena, aunque mediante la moderna técnica del flasback revive para explicarse.

Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad... Y es que nadie sabe lo que puede un muerto porque los ladrones somos gente honrada. Pues bien, el 'Muerto en el acto' se decanta por los oídos en juegos de manos, que no de villanos, conforme avanza el método deductivo del inspector Mercadal y su ayudante, el subinspector Marino, sí, como Popeye. Porque a falta de proteína y donde hay espinacas crece mejor poesía de fotosíntesis. ¡Silencio marino! qué bonita expresión propia de un Conrad, qué bendición.

'Muerto en el acto' es, según sus autores, Jaime Pujol y Diego Braguinsky, una función muy divertida. "Que lo sepa la gente. Si van, lo pasarán bien", dice el de apellido transiberiano otrora televisivo. Si entienden, de armarios, quizá incluso más. Pero no se puede arreglar toda la ropa en público por aquello del spoiler, es decir, cualquier excusa es buena.

Porque desde que los extremeños se tocan, y mientras Eloísa, esa señorita de Trévelez, está debajo de aquel ciprés ¿o era un almendro? median giros y posturas para mendo y lerendo, y sin embargo, de un lado y del otro, todos acabaron con los corazones en freno y marcha atrás. El amor, siempre acaba en tres. Ya se sabe lo que ocurre con los círculos de amigos€ y según qué fechas.

Muerto en el acto es una función muy divertida. «Que lo sepa la gente. Si van, lo pasarán bien», dice el de apellido transiberiano

A saber. Estamos en 1975, en algún teatro de un país cercano, y durante la representación de la obra El revuelo de la codorniz, esa ave decana de las galliformes, aparece muerto el protagonista. ¿Serendipia? Todos sospechosos, incluido el público „ no se olviden los que vayan, que serán testigos„ pues todos tienen un móvil, aunque lo guarden en silencio. Todos tienen motivos para matar al ínclito, desde luego, incluso los inocentes, que en su temor se inculpan los unos a los otros como fueron inculpados€ menuda congregación de cobardes. Así que es una obra con el atractivo del crimen, de esas tramas que enganchan, pues uno siempre quiere saber, como dirían Conan Doyle o Sherlock Holmes, quién ha sido el asesino, y eso es ley del fatum, da igual en tren que en avión.

La Lansbury habría respondido: Se ha escrito un crimen. Escrito está hasta con números y algún que otro porcentaje en transición. Y luego vendrían Colombo y Poirot y los reunirían a todos para explicarlo, que es lo que hacen Pujol y Braguinsky, corazón de todas sus tripas, ayudados por la inestimable interpretación de Josep Manel Casany, María Zamora, y con la colaboración de Olga Utiel. Pues, recapitulando. 'Muerte en el acto' es una comedia hilarante, homenaje a tres autores importantes que bailaron entre la astracanada, por el abrigo frente al frío, el esperpento, por lo desatinado y grotesco del viento, y esos amores que se escriben sin hache siempre aspirando. Jardiel, Muñoz Seca (y da el esplendor de Una, que no sirve) y Arniches, el alicantino. De Jardiel, ya se sabe: Poncela por parte de madre, y Enrique por bautismo. Un maestro en lo de convalecer por los libros y dar inyecciones de alegría y en los hospitales, aunque murió joven y pronto. También referencias a Gutiérrez Caba, Bódalo, Fernán Gómez, o a Grotowski y el teatro pobre€ hasta llegar a lo inexplicable, en la puerta, que diría Prometeo. Por no hablar de Ofelia.

El público acaba comprendiendo que ACDC es el mejor grupo de hip-hop de la historia

Homenajes, asesinatos, perdices y no felices, juegos de manos... algún que otro villano, los personajes de este 'Muerto en el acto' se llaman Filo Cuchillero, Alonso Alonso Variado o Regi Dora, entre otros. Por cierto, que también hay homenajes a profesionales como Quique Capintera o Manuel Diego... "esa crítica como un cenicero en moto, absurda e innecesaria". Para los que fuman conduciendo. Ya se sabe que en los asesinatos hay ajustes de cuentas€ Y el que más sabe, Venancio, con su mal de Portugalete, que todo lo ve y contra él nadie arremete. Maestros del absurdo y del surrealismo como inspiración; comedia policíaca como devoción, que va bien para estas fechas, y juego metateatral para la implicación.

El público entiende que el mejor grupo de hip hop de la historia era ACDC (Alianza Comunista en Defensa de la Cultura), por no hablar de las bondades (sobre todo, para la limpieza) del arte conceptual, o que la Armería El Tieso donde se compra el cuchillo con truco es argentina, una contribución a las maldivas armas de fogueo. El respetable está en el filo hasta el final. Para que también deduzcan, y no solo a hacienda. Y en vilo hasta el apuntador, y es que todavía quedan vírgenes. Y aunque el público nunca dirá nada „"en general, les aterra que se dirijan a ellos"„ hay una decretísima obligación de declarar, así que cuidado con los muerdos, o los murders o los mordors, no fueran todos acusados de sedación y caer de plano. El teatro debe divertir, se suele decir. Y ya dijo Kavafis que lo que importa es el camino, y que sea largo. Qué manía tienen los pobres de espíritu de serlo. Con lo bien que se está calentito.