Imagine, por favor, que en su cerebro se mezclan, como si de un inverosímil cóctel neuronal se tratara, las personalidades de Alonso Quijano, el caballero Don Quijote, y de Gregor Samsa, protagonista de la kafkiana metamorfosis. ¿Qué sentiría? ¿Quizá el dolor de una monstruosa jaqueca? Sí, más que probablemente... Por eso a los artistas los fabrican con otros materiales, porque tienen que resistir en pie bebistrajos tan audaces. Ernesto Alterio, por ejemplo, cabeza de cartel del montaje En el desierto, junto con Chevi Muraday, premio Nacional de Danza 2006, modalidad de interpretación (Ananda Dansa lo ganó ese mismo año, en el apartado de creación). Su personaje en la obra, el de Alterio decimos, nace precisamente de esa inverosímil combinación entre un manchego y un checo inventados y tan distintos... o no. Pues bien, lejos de quejarse, el actor hispano-argentino, metido aquí a bailarín, asegura, ¡y además se ríe!, que disfruta transformándose en «esa especie de insecto alucinado»...

Vanguardia y contemporaneidad. Son los valores que, según afirman los responsables de La Rambleta, comparten En el desierto y el espacio cultural . No es casualidad, por lo tanto, que este sonado espectáculo de danza constituya, añaden, el plato fuerte de la celebración del tercer aniversario del complejo del Bulevar Sur de Valencia. Vaya, pues, nuestra sincera enhorabuena por el cumpleaños y por la tarta; lástima, eso sí, que únicamente se le pueda hincar el diente pasado mañana, domingo, a las siete de la tarde.

Hablamos de En el desierto, ya se ha dicho. Y En el desierto nos adentramos de la mano de Ernesto Alterio, bailarín, músico y actor. Aquí, por este orden.

Esta es su primera actuación en un espectáculo centrado en la danza, aunque usted tiene formación en este terreno...

Bueno, algo así. Empecé con la danza como complemento a mi formación de actor. Me fue interesando todo lo que tiene que ver con el movimiento en escena y fui acercándome a ese terreno, pero, insisto, sin ninguna pretensión más que la de complementar mis herramientas actorales. En los últimos años, me fue interesando más, y un día se produjo el encuentro con Chevi Muraday, hubo química entre nosotros y surgieron las ganas de hacer algo juntos. Él ya tenía esta idea de montar En el desierto, confluyó con algunas ideas que yo tenía y decidimos embarcarnos en la aventura.

¿Cómo se produce ese encuentro entre ustedes?

Pues fue justamente en la Nochevieja del año pasado...

¡No irá a decirnos que todo esto es producto de una borrachera de fin de año...!

Casi casi [ríe]... Yo organicé una fiesta de Nochevieja en mi casa y Chevi apareció por allí. Entonces, bailamos un dúo improvisado, no sorprendimos mutuamente y pensamos en hacer algo juntos. Luego, cuando la borrachera pasó..., ya con plenas facultades, nos reunimos y empezamos a probar. Porque yo me metí en esto siguiendo un impulso, una intuición, sin saber a dónde me iba a llevar. Tiene que ver con una gran curiosidad por mi parte por eso, por saber hasta dónde iba a llegar.

¿No le daba un poco de vértigo el riesgo?

Sí, sí, la verdad es que un poco sí. Pero lo que me daba la señal de que iba bien encaminado era el disfrute que me producía el hacerlo. Cuando uno se embarca en algo, nunca sabe si saldrá bien o mal, pero disfrutar siempre merece la pena. Además, si algo ha marcado mis elecciones a la hora de trabajar, ha sido la curiosidad por pisar los terrenos desconocidos.

¿Cómo es En el desierto?

Es una pieza compleja, con siete intérpretes [Ana Erdozain, Sara Manzanos, David Picazo, Maru Valdivieso y Alberto Velasco, además del propio Alterio y Muraday], que nos llevó trabajo y tiempo. Hay bailarines, actores, actores-bailarines, música (yo también toco el piano), compositores, dramaturgos... Todo eso, orquestado por Chevi, va tomando forma hasta llegar al resultado final. Ha sido un proceso muy interesante el ir creando algo así, casi de la nada.

¿Cuál es el argumento?

Son unos seres que han sido expulsados de su lugar de origen y tienen que reorganizarse..., digamos en un desierto. Ese es el lugar adonde está siendo relegada la cultura en nuestra sociedad. Pero en ese desierto existe la posibilida de la creación en tanto que uno pueden interactuar con los demás para resistir y construir algo juntos. Para mí ha sido una manera de trabajar completamente nueva, con lecturas distintas, pasando por análisis diferentes a los del teatro.

¿Cómo es la escenografía?

También es muy importante en el espectáculo. Nosotros, los actores, la manipulamos, construimos cosas. Hay diferentes plataformas que se mueven y generan espacios distintos. Son estructuras móviles que colaboran con la idea de que físicamente construimos algo juntos y luego las manipulamos entre todos. Es una partitura compleja, interpretada por los siete, en la que está todo muy medido.

Antes ha dicho usted que en la obra también toca el piano. ¿Música original?

Sí, música de Marino Marín, y para mí también es muy intersante poder interpretar su música en directo.

Danza contemporánea, música en directo, simbología... ¿Qué tipo de público va a ver En el desierto?

Estuvimos en El Matadero, en Madrid, durante un mes, y vino gente de todo tipo; también mucha gente que no acostumbra a ver danza. Pero es que este espectáculo propone cosas diferentes y, en consecuencia, provoca emociones diferentes,

lo cual yo creo que siempre es enriquecedor.